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Miel terapéutica

La miel desde un punto de vista terapéutico

La miel se elabora a partir del néctar que se encuentra en los órganos sexuales de las flores y que es recolectado por las abejas obreras, quienes lo transportan en el buche o bolsa de la miel. Allí se mezcla con la saliva de la propia abeja, que aporta al néctar numerosas enzimas. Una vez en la colmena, las abejas la trasvasan a otras abejas, que, a su vez, la depositan en forma de pequeñas gotitas dentro de las celdillas del panal. Cuando estas gotitas entran en contacto con el aire caliente que existe en el interior de la colmena, pierden humedad, y, cuando esta se reduce más del 18 %, se denomina “miel madura”, y es la que consumimos. Después, la celdilla se cierra con un tapón de cera (operculado) y la miel permanece almacenada como reserva para la colmena. La reducción de humedad en la miel tiene una enorme importancia para su conservación, ya que, por encima de este porcentaje, podrían ocurrir alteraciones por colonización microbiana.

La apicultura moderna se basa en colmenas con alzas, donde las abejas almacenan la miel en panales situados en marcos de madera móviles. La obtención de la miel sigue un proceso establecido, que comienza con la recolección de esos panales llenos de miel madura con la celdilla tapada (operculada) y la apertura de las celdillas (desoperculado) mediante un cuchillo o peine. Después, se introducen esos marcos de madera en un extractor, que rota los marcos a gran velocidad y proyecta la miel de los panales hacia sus paredes. Esta miel, denominada “en bruto”, se recoge en el fondo del extractor y se deposita en un decantador para que las impurezas (cera, polen, madera, etc.) se vayan separando del producto. La decantación se lleva a cabo durante un período de diez a doce días. Luego, la miel puede ser filtrada antes de su almacenamiento y posterior envasado.

La miel recién extraída del panal presenta un aspecto viscoso. Con el tiempo, tiende a cristalizarse, pero esto no afecta de ninguna manera sus características organolépticas. Su composición principal (aproximadamente el 90 %) es fructosa, glucosa y agua, pero, asimismo, la miel contiene otros azúcares, así como enzimas, minerales, vitaminas, aminoácidos, etc. Se han llegado a encontrar hasta 181 sustancias diferentes.

Algunas pruebas han demostrado que distintas muestras de miel de diferentes procedencias contenían una amplia gama de vitaminas del grupo B, que incluyen riboflavina, ácido pantoténico, niacina, tiamina y pirodoxina, además de vitamina C. No obstante, las concentraciones de cada vitamina fluctuaban significativamente según la región a la que pertenecía la muestra. Las mieles de color más oscuro contienen más vitaminas que las más claras; asimismo, son portadoras de más minerales, como calcio, magnesio, hierro y potasio.

La miel ha sido reconocida por sus beneficios para la salud desde tiempos prehistóricos. Hace seis mil años, los chinos utilizaban la miel como medicamento. Las culturas egipcia, hebrea, griega, hindú, persa y romana, entre otras, hacían un uso medicinal de sus valiosas virtudes.

La mezcla compleja de sus componentes le confiere unas propiedades especiales que favorecen la curación de una multitud de dolencias y proporcionan salud y bienestar a quien la consume.

Entre sus propiedades, podemos destacar las siguientes:

Aumenta la energía

El contenido de azúcares de la miel hace que sea una gran fuente natural de hidratos de carbono, que nos dan fuerza y energía. La glucosa de la miel es absorbida muy rápidamente por nuestro cuerpo y proporciona energía de inmediato. Los niveles de energía se mantienen en el tiempo gracias a la fructosa y sacian el apetito.

Refuerza la respuesta del sistema inmune

Algunas investigaciones han demostrado que la miel estimula la respuesta inmunitaria de las células blancas de la sangre, por lo que puede prevenir infecciones, como el dolor de garganta y el resfrío común.

Mejora la salud digestiva

Un sistema digestivo sano es esencial para el bienestar general. La miel estimula el crecimiento de los probióticos —las bacterias “buenas”— en nuestros intestinos. La presencia de estas bacterias en nuestro cuerpo ayuda a mantener un sistema digestivo saludable.

Acción antibacteriana

Todas las mieles tienen algún nivel de acción antibacteriana, aunque esta varía según su procedencia. La acción antibacteriana puede ayudar a eliminar las infecciones cuando la miel entra en contacto con las bacterias dañinas, ya sea dentro o fuera de nuestro cuerpo. Algunas investigaciones recientes demuestran la eficacia de algunas mieles en las infecciones bacterianas hospitalarias (SARM) resistentes a medicamentos y en el tratamiento de heridas en la piel con un proceso de cicatrización difícil.

Acción antioxidante

La actividad antioxidante de la miel protege nuestro cuerpo contra los dañinos radicales libres. Los radicales libres se forman a partir de muchas fuentes, que incluyen la radiación, la contaminación y nuestro propio metabolismo. Los antioxidantes de la miel neutralizan los radicales libres, que, de lo contrario, pueden causar daño celular y envejecimiento acelerado.

Acción antiinflamatoria

La miel tiene una potente acción antiinflamatoria, que fue reconocida por los pueblos antiguos al usarla para tratar los ojos irritados, el dolor de garganta y las quemaduras solares. La investigación médica moderna ha confirmado la bioactividad beneficiosa de la miel en las quemaduras y en la inflamación del estómago y los intestinos.

La miel es rica en sales minerales, hierro, fósforo, calcio y vitaminas, además de ser antioxidante y depurativa. Por esta razón, es indispensable en muchos tratamientos y se convierte en un suplemento alimenticio ideal para niños, enfermos y ancianos. Es imprescindible en la dieta de atletas y deportistas.

En el mercado, existen multitud de variedades y orígenes. Para preservar al máximo sus propiedades, la miel no debe pasar por microfiltros industriales ni calentarse por encima de los cuarenta grados.

La mejor miel es la procedente de la región donde se produce. Si se la consume a diario en sustitución del azúcar, no solo nos revitalizará, sino que nos protegerá contra la alergia al polen, tan extendida hoy en día en las grandes ciudades.

La forma de consumir la miel es variable y depende del gusto de las personas: se puede tomar directamente o mezclarla con jugo, yogurt, leche, etc.

No se le conocen contraindicaciones, por tanto su consumo es apto para todos. La única excepción son las personas con diabetes, que solo pueden consumirla después de consultar al médico, y los niños menores de dos años.

Fuente: abejas.org