Los argentinos son los mejores apicultores del mundo

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Los argentinos son los mejores apicultores del mundo

Entrevista al ingeniero Manuel Martínez Aguilar, dueño de Apícola Martínez, de la ciudad de Curicó (Chile)

Viajamos a Chile para entrevistar al apicultor Manuel Martinez Aguiler, quien maneja más de 20.000 colmenas

En primer lugar, quisiera que me explicaras si tu objetivo continúa siendo el mismo.

Las cosas, como la apicultura, van cambiando, o sea, el mundo es totalmente diferente a lo que era veinte años atrás. Si yo hubiera pensado en planificar mi empresa como lo hice, creo que hoy en día no lo habría hecho porque uno, a medida que se va poniendo más viejo, va sacando más cuentas, va planificando más las cosas. En su momento, los apicultores éramos todos viscerales, queríamos tirar para adelante, y, obviamente, todo está muy cambiado. Actualmente, la apicultura es mucho más difícil que hace treinta años.

Hace dieciséis años que nos conocemos, y hace quince años que, en lo personal, sigo el crecimiento de Apícola Martínez. En esa época, tenías mil o mil cien colmenas. En este momento, ¿cuántas colmenas tenés, Manuel?

Siempre te dije que íbamos a parar cuando tuviéramos cinco mil. Hoy en día, estamos manejando un poco más de veinte mil colmenas. Sin embargo, en esta etapa, ya hemos decidido consolidar esa cantidad, o sea, no crecer más. Es demasiado frágil la línea del volumen de abeja con los clientes que tenemos porque podríamos empezar a quedar mal. Entonces, hoy la Apícola se queda con estas veinte o veintiún mil colmenas, y estamos tratando de ser más eficientes, pero dentro de lo que tenemos. Con distintas cosas: innovación, mecanización, materialidades nuevas. Antes, la abeja no se moría; actualmente, las abejas se mueren de hambre, de enfermedades, de todo. Entonces, hoy en día, estamos tratando de ser eficientes con lo que tenemos y no crecer más.

Permíteme recordar que el principal objetivo de tu empresa es el servicio de polinización.

 Así es. Creo que el secreto de nuestro éxito no es que seamos mejores apicultores que en otras partes del mundo. Yo considero que los argentinos son los mejores apicultores del mundo porque, con las condiciones climáticas y económicas que tienen —no voy a decir políticas porque se pueden enojar—, son hijos del rigor. Afortunadamente, nosotros nacimos en un país donde existe una estructura. En nuestra zona, las polinizaciones se encuentran a diez km. Estuvimos en el lugar indicado y hemos crecido relacionados íntimamente con los huertos de fruta. Para mí, el cien por ciento del crecimiento, de la expansión, de lo que puedes planificar, son los ingresos por polinizaciones. La miel es muy linda; a veces, sacamos miel, a veces, no sacamos, pero no es un producto que puedas proyectar, y los cuarenta o cincuenta kilos por colmena que sacábamos antes ya no existen en Chile.

Con el temor de que se pueda ofender algún apicultor chileno u otro productor que no conocemos, nos preguntamos si el análisis de Manuel Martínez sobre la apicultura en Chile, sin polinización, con pura miel, sería sustentable para mantenerse.

Es difícil decir esto porque la apicultura es miel, es orgánica, es mantener vivas a las abejas, pero, para lograr que la abeja continúe viva hoy en día, tenemos que ser más empresarios que apicultores. Casi todas las empresas relacionadas con la miel han ido perdiendo su rentabilidad. El año pasado, tuvimos una súper cosecha en Chile y, cuando sacamos las cuentas, no es tanto el negocio. Un año, nos pagan dos dólares; otro año, tres dólares; otro, un dólar y medio. El año pasado, no nos compraron la miel. Por tanto, no es un producto económicamente viable que tú puedas proyectar en el tiempo; existen demasiadas variables que influyen. Yo creo que, si no hubiéramos tenido la polinización, no habríamos podido crecer, y dedicarse a la miel desde el punto de vista económico es muy riesgoso, por no decir que es un mal negocio.

Recién mencionabas “veinte o veintiún mil colmenas… hemos tratado de ser más eficientes… ir hacia la mecanización”. ¿Con cuánto personal se maneja la apícola actualmente?

Si sumamos la parte administrativa y la operación del campo, somos cuarenta personas. Yo te diría que, para manejar veinte mil colmenas, deberíamos tener ciento veinte personas. Sin embargo, hemos ido haciendo más eficiente el sistema; somos, de alguna manera, los “antiapicultores”, pero las abejas están vivas, cumplimos los objetivos de polinización, y, como te dije antes, hay que ser un poquito más empresario que apicultor porque, muchas veces, las decisiones que el apicultor toma de alimentar más abejas, de hacer esto o lo otro van en contra de lo económicamente rentable. Y eso, en algún momento, nos va a pasar la factura, como les pasó a muchos apicultores cuyas colmenas desaparecieron. Ahora hay que ser más frío y calculador porque los tiempos son malos, y la abeja, lamentablemente, se está muriendo.

Has dicho “somos la antiapicultura”, has dicho “hay que alimentar porque, si no, se mueren”. ¿Y tú no lo haces?

Sí. Lo que pasa es que digo la “antiapicultura” porque, mientras tú hacías un núcleo, yo hacía veinticinco cuando estaba en la universidad. Llegaba a la universidad, tomaba un cajón, le ponía un marco de miel con cría, otro de miel con polen, tres crías, y hacía el núcleo. Hoy a la mañana, se hicieron novecientos núcleos aquí. Las colmenas están en el campo, se dividen en tres, y, a los dos días, se les ponen reinas a todas, y a eso se le da alimentación libre. “Antiapicultura” significa tomar decisiones que antes no se tomaban, es decir, hacer eso antes para mí era todo un sacrilegio porque cómo vas a partir una colmena grande, la vas a dividir en tres y, al otro día, le vas a tirar reinas fecundadas a todo. Si tienes dudas en el lugar dónde quedó la reina, le pones una. Y después a eso le pones alimentación libre, aunque haya un poquito de recolección de néctar, para asegurar que se desarrollen. Entonces eso es la “antiapicultura”: hay que tomar decisiones diferentes porque, si no, te mueres. Es así: no es económicamente rentable. Antes, con quinientas colmenas en Chile, tú vivías, tenías tu casa, el colegio de tus hijos, todo. Hoy en día, para acceder a eso, se necesitan el doble o el triple de colmenas o más.

Tal vez, sea una tontería de mi parte preguntarlo, pero nunca está de más aclararlo. Alimentación libre significa que no alimentas una por una, sino que hay un recipiente a dónde la abeja va, y es un comedor comunitario.

 Claro. En el sector, por ejemplo, en los criaderos de núcleos o en los paltos de la zona costera, en Santo Domingo, en San Antonio, tenemos cinco mil colmenas. ¿Cómo llegas tú a tener alimentadas a las colmenas? ¿Cómo llegas tú a echarle alimento a cada colmena? No te dan los tiempos, no te da la gente. Entonces tienes que poner unos estanques: tomas un tanque de mil litros, lo partes por la mitad, le pones líquido y algún tipo de flotador para que la abeja no se ahogue, o en un estanque tambor de doscientos. La abeja llega y come. Por eso, te digo que son decisiones económicas; van dos personas y alimentan a cinco mil colmenas, por decirte algo. Eso sí, ahí viene la abeja del vecino, vienen todas, pero, en el fondo, si no diéramos esa alimentación, ese núcleo que tiene tres o cuatro marcos puede matar a la reina y se desarrolla menos.

Seguramente, el productor que está leyendo esta nota piensa “¿cómo partió una colmena, a fin de noviembre, para hacer novecientos núcleos?”. Y eso tiene un motivo: ha finalizado el grueso del servicio de polinización.

Ahí está el tema económico. Aprovecho para enviar un saludo a mi amigo Pablo Giacobi, que es un argentino con el que hablo mucho y es muy buena persona, que me dice “¿cómo vas a partir la colmena en dos?, ¿cómo la vas a partir en tres?, si la colmena tiene que estar grande.” A esa colmena, que ya tiene un desgaste de tres o cuatro polinizaciones, a la que viene una reina que, incluso, es del año, que es puesta en enero, a esa colmena se le mata la reina cuando podemos, se separa en tres y se ponen tres reinas nuevas. Esas tres reinas nuevas van a generar más colmenas para el próximo año. O sea, es mucho más rentable; si se te muere una, no importa, porque regulaste las otras dos; va a generar material biológico, que es un seguro para las colmenas que se te mueren después. Entonces, ¿cómo vamos a extraer la miel así? En el fondo, estamos sacrificando —entre comillas— la miel, pero te estás quedando con reinas nuevas, con material bueno, con remedio contra la varroa. Entonces, lo más probable es que ese núcleo pase bien el invierno, y que esa colmena, que estaba grande, con una reina vieja, muy desgastada, no lo haga.

Cuando hablas de veinte o veintiún mil colmenas, pero, al mismo tiempo, hablas de tres, de hasta cuatro polinizaciones, la pregunta es la siguiente: ¿cuándo comienza el servicio de polinización y cuándo finaliza? ¿Por eso hablas de un desgaste muy grande de la reina?

Claro. Antes teníamos muy marcada la polinización del almendro temprano, el cerezo en septiembre y los kiwis en noviembre o diciembre, sobre todo, en noviembre. Actualmente, se juntó todo. Y empezamos con el almendro, y un día tenemos arándanos en julio o agosto. Después, se empieza con el manzano y los cerezos, que son el boom en Chile, durante todo septiembre. En Chile, en septiembre, faltan abejas para el cultivo que hay. Después, ya sobran abejas para los kiwis, pero, después de los manzanos y los cerezos, vienen los paltos, que es un cultivo que está en boga: están haciendo más plantaciones y han subido mucho las tarifas, y son cultivos orgánicos. Entonces, en el fondo, hay tres o cuatro polinizaciones, no para la colmena. Por tanto, si la dejáramos para la miel, lo más probable es que nos dé un disgusto. Es mejor dividirla en dos o tres o cuatro, con una reina nueva, y no sacar ningún kilo de miel que obtener esos quince kilos de miel con una colmena que, luego, se nos va a morir.

Comenté en la segunda o tercera pregunta que hace años que nos conocemos, años que Apícola Martínez era cien por ciento colmena Langstroth, y hoy no es así. Y de la mano de esas colmenas que son Dadant, que han venido palletizadas, está también la carga y la descarga, no solamente aquí en la apícola, al costado de la Ruta 5, sino también en el campo.

 Sí. Eso es un ejemplo de que uno tiene que ser muy flexible en este negocio. Hoy en día, el apicultor que no cambia su forma de trabajar año a año está sonado. Por ejemplo, yo era un enemigo de comprar grúas porque eran muy caras. Era enemigo de la colmena Dadant, que es la más grande, porque te pagaban lo mismo por la polinización. Hace unos años, compramos una del amigo Humberto Benedetti y nos dimos cuenta de que esta empresa venía con la grúa. Empezamos a encubar la grúa y nos dimos cuenta lo que era después. O sea, la inversión es muy alta, pero el apicultor que tiene gente trabajando se va a dar cuenta de que el cincuenta o sesenta por ciento del costo de la colmena es la mano de obra, que, en todas partes, cuesta encontrar. Entonces, esos equipos, con camiones más grandes y con carros grúas, que son muy caros, te facilitan el trabajo porque económicamente se pagan solos. Además, actualmente, con la nueva ley, en Chile, por ejemplo —no sé si en la Argentina es lo mismo— un trabajador no puede levantar más de veinticinco kilos. Si tú tienes esas formas de mecanización, peor es una multa, que te va a salir más cara que la grúa. Entonces, actualmente estamos cambiando al revés: estamos creciendo en colmenas Dadant, que casi no necesitan ser visitadas —solo con el cambio de cera y el cambio de reina e, incluso, podríamos hasta no verlas durante el año—. Te permite llevar las colmenas con grúa, con solo dos personas, una para amarrar y la otra para cargar la grúa y ponerle la carpa, y no hay más que eso. Entonces, lo que uno pensaba que era malo, hoy en día se está transformando en algo bueno. Este es un negocio dinámico; hay que estar moviéndose. Yo me empecé a dar cuenta solo porque antes era enemigo de eso, y ahora es la solución de los problemas que tenemos con las leyes nuevas laborales, con la mecanización y con todo lo que está pasando.

Gracias a esa mecanización —seguramente las imágenes que ilustran la nota son muy claras—, se pueden trasladar en dos camiones más de doscientas, casi trescientas colmenas con solamente tres personas, como hemos visto, pero podrían ser hasta dos.

Sí. O sea, si fueran dos camiones, un camión grande con zorra —ustedes le dicen carro— llevan quinientas veinte colmenas Dadant y pueden transportar unas setecientas colmenas Langstroth en pallet. Estamos empezando a barnizar las Langstroth. Repito: setecientas colmenas en un camión con zorra, doscientas colmenas Dadant en un camión chico. Se necesitan dos personas; van, cargan la grúa, entre las dos ayudan a amarrar y transportan. Y lo principal en todo esto es proteger el tema laboral y la espalda, que muchos apicultores en la Argentina y en Chile la tienen rota. Es la misma trasnochada, es el mismo viaje, pero no tienes que hacer fuerza. Al no hacer fuerza, el negocio te cambia, porque la gente está mejor remunerada, trabaja menos físicamente, y eso permite tener empleados. La gente llega a tener la piel morada de trasladar doscientas cincuenta colmenas todas las noches. Aquí se mueven entre mil quinientas y dos mil colmenas diarias en polinización. Y por eso estamos cambiando a la mecanización porque, si los llevas todos los días, los tipos se te funden, y no los vas a ver más.

No te pregunté hasta ahora con cuántos vehículos se tiene que trabajar para tener medianamente controlado ese volumen de movimiento.

Ni yo sé, pero, hoy en día, creo que tenemos más vehículos que gente. Diría que debemos tener aproximadamente unos veinte vehículos. Entre los camioncitos, que son los que más se usan; un par de camiones con zorra, que se han empezado a usar ahora; y las camionetas para alimentación, para viajes más rápidos, no sé con exactitud. Pero creo que estamos con veinte vehículos para mover esas veinte mil colmenas, que incluyen los nucleros, los vínculos y todo eso.

Ahora sí voy a hacer una pregunta para que el apicultor que está en la Argentina se caiga de espaldas y se desmaye. Para adquirir esos vehículos, no hay que ir con todo el dinero ni con la mitad ni con mucho menos: ustedes tienen un servicio financiero diferente de parte del banco —de varios bancos—. No pido especificidades de cómo lo compraste, pero no hay que poner la plata de entrada.

Sí. Lo que pasa es que Chile es un país de muchas oportunidades. Entonces, cuando las estructuras funcionan, cuando mucha gente te puede prestar plata más barata, te cuesta menos. Por ejemplo, un camión de estos grandes, que cuesta sesenta mil dólares, lo puedes comprar con un sistema que se llama leasing, que es un arriendo del vehículo. Yo lo pido, me lo mandan, y no pago ni un peso. Ese crédito lo pago en tres años; esos tres años tienen una tasa de interés aproximado del siete por ciento al año con el seguro del vehículo.  El pago de las cuotas del vehículo no es mensual; se pueden solicitar cuotas más blandas, semestrales o anuales. O sea, me entregan el vehículo y, si quiero, lo puedo pagar en tres cuotas, en tres años, con un siete por ciento por año, incluido el seguro. Si al vehículo le pasa cualquier cosa, lo buscan, le cambian el motor y te lo devuelven. Y eso implica un siete por ciento anual, por tanto, son beneficios económicos que el apicultor de aquí tiene, pero que en otros países de Sudamérica generalmente no existen.

Cuando hablabas de la colmena Dadant, que hoy se puede comparar con una Langstroth —no porque sea mejor ni peor, sino porque es diferente—, has dicho “quizás nos da la posibilidad de hasta no visitarla”. Se me ocurre que eso no es solo por un cajón más grande, con un cuadro más grande ni tampoco por más cantidad de cuadros.

Sí. Lo que pasa es que hoy en día se paga más cara la polinización. Es decir, antes te pagaban veinte dólares por todas las colmenas, por tanto, te ibas a romper el lomo. Actualmente, la Dadant se puede mecanizar. Si tú le pones una reina nueva a principio de temporada y le pones cinco o seis marcos con cera, ese espacio permite que pases mucho tiempo sin visitarla. Y, cuando ya se ve media trabajada, tú le tiras unas medias arriba, medias alzas —que seguramente se van a mostrar en alguna foto también—, y las dejas. Eso te permite menos visitas; menos visita es un menor costo. Sale un poco más caro colmarla, pero el polinizador ya se está dando cuenta de que esta colmena cuesta más o menos el doble que la otra. Sin embargo, tiene menor costo de producción en la grande que en la chica, debido a lo que hablamos sobre la mecanización. En el fondo, creo que va a ser una colmena más rentable, siempre y cuando se tengan los medios mecánicos para moverla.

Finalmente, ¿cómo controlas el tema de la sanidad? No quiero decir que no lo tengas controlado, por más que se hagan menos visitas a la Dadant.

Para mí, el mejor remedio para la sanidad de la colmena es el cambio de reina todos los años, e introducirle a la colmena por lo menos cinco o más de la mitad del marco con cera estampada. Tanto en Chile como en la Argentina usamos remedios artesanales. En Chile existen —¿el reportaje no sale en Chile, cierto? (risas). Estamos fritos, pero es la verdad— cinco o seis productos registrados y autorizados, que definitivamente no funcionan. O sea, viene la gente del SAG —del SENASA de ustedes— y te dicen “no; tienen que usar este producto”. Si yo uso ese producto, la colmena se me muere. Actualmente, estamos usando otro producto —que les copiamos a los argentinos—, y ese producto sí está dando resultado. En el fondo, si tú tienes primero reina nueva, más de la mitad de cera estampada al año, o sea, si cambias los marcos de los cuadros en enero, y un remedio que funciona, que no son los que están autorizados, puedes mantener a la abeja viva. Todos usamos estos remedios artesanales, y la solución a nosotros nos llegó de la Argentina. Con esos tres elementos, digo que se controla parcialmente la parte sanitaria; el resto es tener estos núcleos para poder reemplazar a los muertos.

 Les deseo éxitos a todas las producciones. Ojalá cambiemos la mentalidad de la apicultura en el mundo.