Miel de Lavanda
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Se conoce a la miel como un edulcorante natural, pero tiene una amplia variedad de vitaminas, minerales, antioxidantes y aminoácidos, que son los componentes básicos de las proteínas.
Como la miel posee el mismo porcentaje de fructosa que de glucosa, es el alimento más perfecto para proporcionar el abastecimiento de combustible al cuerpo durante la noche. Mantiene equilibrados los niveles de azúcar en sangre y permite que las hormonas de recuperación general del organismo continúen con la quema de las reservas de grasa. La proporción de glucosa y fructosa en la miel es la que reduce el nivel de glucosa en sangre.
Al consumir miel antes de acostarse, los azúcares que contiene permiten alimentar, adelgazar o quemar grasas y conciliar el sueño. Este proceso comienza con el paso de los azúcares de la miel desde el intestino hacia la sangre. En primer lugar, son absorbidos por el hígado, que tiene una enzima que es la única en el cuerpo capaz de procesar este azúcar. En el hígado, la fructosa se convierte en glucosa, que se almacena en forma de glucógeno y se pone en circulación cuando disminuye la glucosa en la sangre.
Este regulador natural de la glucosa en la sangre se encuentra en las frutas, en las verduras y en la miel. La fructosa regula los niveles de glucosa en la sangre y la estabiliza, además de suministrarla al cerebro de forma constante.
Es importante saber si nuestro hígado se ha alimentado bien para pasar la noche y suministrar glucosa en forma de glucógeno. Hay algunos síntomas que nos dan información sobre este posible hecho: si se despierta regularmente durante la noche, tiene sudores nocturnos, experimenta reflujo ácido durante la noche, se levanta para ir al baño durante la noche, siente náuseas por la mañana, se despierta con síntomas de agotamiento, tiene la garganta seca, tiene calambres nocturnos o se siente débil por la mañana, esto puede significar que, en lugar de la quema de grasas y la reparación de los músculos que se hace durante el sueño nocturno, el cuerpo ha producido hormonas de estrés.
El cerebro necesita glucosa para sobrevivir, pero este elemento ocupa mucho espacio para su almacenamiento, y el cerebro no lo posee. El hígado es el único órgano del cuerpo que puede almacenar glucosa y liberarla en el sistema sanguíneo. Cualquier caída de glucosa en la sangre es perjudicial para el cerebro porque activa las glándulas suprarrenales y las hormonas suprarrenales que se producen en exceso, ocasionando enfermedades del corazón, osteoporosis, obesidad o diabetes, empobreciendo la función inmune, causando depresión y otros problemas de salud.
Si hacemos una comparación de las grasas que quemamos con las actividades que realizamos, nos sorprenderíamos al comprobar que solo quemamos el diez por ciento de grasa durante un ejercicio intenso, el veinte por ciento durante un ejercicio moderado, el treinta y cinco por ciento durante un ejercicio de bajo nivel y el setenta por ciento en el resto.
Durante el sueño, hay que quemar grasas, pero, si el hígado no está alimentado antes de acostarse, liberamos hormonas de estrés de las glándulas suprarrenales que aumentan el ritmo cardíaco y la presión arterial. Estas hormonas, en lugar de quemar grasa, degradan los músculos y los huesos.
El hígado tiene que suministrar diez gramos de glucosa por hora para el cerebro, los riñones y las células rojas de la sangre. La capacidad de almacenamiento de glucógeno en el hígado es de setenta y cinco gramos. Cuando nos acostamos, el hígado, por lo general, está sin reservas de glucógeno, por lo tanto se activan las glándulas suprarrenales, y no nos recuperamos durante el sueño ni quemamos grasas.