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«Nos están matando a las abejas».

Participamos del festejo de los 80 años de la Sociedad Argentina de Apicultores, donde conversamos con su presidente Lucas Daniel Martínez sobre la historia de la SADA y las problemáticas que enfrenta hoy la apicultura en nuestro país.

Se cumplen ochenta años de la Sociedad Argentina de Apicultores, y contamos con la presencia en este reportaje para Infomiel.com de su presidente Lucas Daniel Martínez. Lucas, gracias por atender a Infomiel.

De nada. Es un gusto para nosotros también contar con este espacio para poder comunicarnos y contar algunas cuestiones de la Sociedad Argentina de Apicultores.

Ochenta años Lucas. Toda una historia; con seguridad se trata de una de las instituciones apícolas más antiguas de nuestro país.

La verdad que sí. Empecé en la apicultura hace muchos años. Cuando ingresé en SADA, había otra asociación que dictaba cursos y hacía algunas acciones: era Aves, Conejos y Abejas, que también estaba sobre la avenida Rivadavia, pero mucho más arriba, cerca de Once; y algunas cooperativas, como la Cooperativa Laguna Paiva. Con el tiempo y por diferentes cambios, muchas asociaciones fueron desapareciendo, y se gestaron nuevas instituciones, pero SADA siempre estuvo presente. Creo que una de las cosas fundamentales que debemos resaltar es que esta es una organización no gubernamental, o sea que se compone de gente voluntaria que trabaja todo el tiempo por la Sociedad: apicultores y apicultoras que participan en la escuela, en la comisión directiva, en la revista, en todo lo que hace la Sociedad. Y creo que, en un momento donde el mundo, en general, parece ver todo desde la óptica del dinero, encontrar la defensa sectorial en manos de un grupo de gente que se mueve, por sobre todas las cosas, por la voluntad, es muy significativo. Además, con una trayectoria que ha tenido sus grandes puntos de desarrollo, no solo en términos locales, sino mundiales. Creo que es importante cumplir ochenta años.

Lucas, ¿Cómo surgió la idea de crear una Sociedad Argentina de Apicultores hace ochenta años?

Bueno, por lo que dicen las actas y las citaciones, fue una idea de un grupo de apicultores y apicultoras —ya había apicultoras en ese momento—. Cuando se gestó la Sociedad, la idea era promover el desarrollo de la apicultura en la Argentina. Y en esa reunión, se dieron cita grandes apicultores de esa época: algunos que conocemos hoy a través de los libros o a través de algunos herederos, como los Poggio, o como Hernández, que era muy joven. Y decidieron, por sugerencia del Ministerio de Agricultura de ese momento, donde se habían reunido con el ministro, formar la Sociedad Argentina de Apicultores. Entre los socios fundadores, había un gran ideólogo, Miguel Medici —durante muchos años, secretario de SADA—, que fue un precursor de los tres grandes brazos más fuertes de la Sociedad: la Gaceta del Colmenar, como medio de difusión, para que los apicultores estuvieran informados, ya que, en ese entonces, la información era básica; la escuela, para poder capacitarse; y algo que hoy está un poco fuera de moda por el auge de las comunicaciones: la biblioteca. Por lo tanto, SADA, en su formación, se cimienta en esas tres puntas como base del desarrollo de la apicultura argentina.

Perfecto. Hoy la Sociedad Argentina de Apicultores cuenta con una sede social en la calle Rivadavia y una escuela de apicultura en el Apiario La Gloria, en Pontevedra, que también ha sido uno de los logros importantes. Más allá de la base societaria que tuvieron en el momento de adquirirla, con certeza, los fundadores habrán invertido dinero, cada uno de su bolsillo, para tener esto.

Sí, en realidad, en ese sentido, me he tomado el tiempo de leer casi todos los libros de actas para ver cómo eran las cosas. Me habré olvidado de algunos datos o detalles porque lo hice hace bastante tiempo para conocer, al menos, cómo era la historia oficial y algunas fechas del colmenar. Siempre hubo socios; en esa época, había una lista de veinte socios que aportaron, por ejemplo, para que la Sociedad pudiera comprar la sede actual de Rivadavia en el año 1972 o 1973. Fue la tercera sede de SADA; son muchos años de tener una sede muy cerca del centro político de la Argentina, a una cuadra y media de la Plaza de Mayo. Tenían un visión muy clara de a dónde querían apuntar. El predio de Pontevedra surge en esos años también, con el aporte de otros socios. En los libros figuran las cuentas, cuánto aportaba cada uno; inclusive, alguno de los socios que invirtió en ese momento, que hoy está vivo y es una persona conocida, me comentaba que alguna deuda se había condonado como una donación del mismo socio porque estamos hablando de una apicultura que, en ese entonces, era pujante, creciente y tenía mucho futuro, y, de hecho, lo ha tenido.

Vale la pena mencionar que según los estatutos originales de la Sociedad de Apicultores, solo podían asociarse a ella personas físicas.

Sí. Ese fue un cambio que se estableció en el año 2010, no hace tanto tiempo. Al principio, pasó un poquito desapercibido porque, justo en 2011, tuvimos el Congreso Mundial, y todos estábamos mirando para otro lado. Fue un debate interno muy interesante, un poco por la construcción de una instancia nacional. A través del tiempo, la Sociedad fue generando muchas acciones, pero dentro de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, con su escuela, su sala de reunión, su Pontevedra; si bien tenía llegada a otros lugares a través de la Gaceta y estaba invitada a las exposiciones, obviamente, era complicado poder llegar a todo el territorio. Hoy, la apicultura no es como en el año 1938, cuando había dos o tres entidades apícolas, y había una sola nacional. Actualmente, la Argentina tiene más de doscientas entidades; algunas más grandes, algunas de quince personas, otras de veinte, otras de setenta, pero tiene muchas entidades y se trató justamente de generar una mesa nacional. Y así se hizo. Quisimos institucionalizarla porque SADA ya había participado de muchas federaciones, muchas confederaciones, muchos grupos organizados con esta idea, pero sin haberla institucionalizado. Entonces, dijimos lo siguiente: ya que la Sociedad que, en ese momento, tenía setenta años, tuvo la capacidad de soportar tanto tiempo, pongamos su estructura como base para generar esa mesa. Y así es que nace el Consejo Federal de SADA, donde todas las instituciones (sean centros, cooperativas, asociaciones, consorcios, federaciones) pueden participar asociándose a SADA y debatiendo sobre todo lo que es la política nacional. Ahí no se discuten proyectos internos de la Sociedad, pero sí los grandes lineamientos de todas las áreas, en particular, cómo vamos a actuar o cómo trabajamos políticamente. Es un espacio que se construye entre todos, con esfuerzo, dando lo mejor de lo que podemos. Hay momentos donde las problemáticas no son tan sencillas; algunas son más complejas que otras, pero estamos trabajando en conjunto.

También hubo podríamos decir, diferentes hechos que fueron sucediendo; en el año 1997 la Argentina, ya con una forma más institucional, con una representación más grande del sector, comienza a participar de exposiciones de Apimondia fuera de nuestro país, más allá de la que se había realizado acá en la década del setenta. Cuatro años después de eso, en el año 2001, SADA reingresa a Apimondia; y cuatro años después, en 2005 SADA logra la Vicepresidencia de Apimondia que con tu representación, se mantuvo durante doce años. ¿Hubo un antes y un después de esa participación? Me refiero a la Sociedad Argentina de Apicultores; seguramente, para Lucas Martínez también lo ha sido.

Sí, yo creo que obviamente ha habido un antes y un después. Tal vez, no te podría decir exactamente cuándo fue. Yo creo que hay una línea muy puntual. Veo fotos de la apicultura argentina, en el Congreso de 1973. Veo otras de Chacabuco, cuando Marinari inauguraba su planta en el año 1972, o sea, un año antes. Si nos referimos a la historia, en 1973, los congresos eran mucho más chicos; no llegaban a mil personas, que era mucha gente en ese momento. Y se hace justamente un asado en una estancia en Chacabuco y todo de la mano de la familia Marinari. El regreso viene a través de un grupo, que fueron tres empresas, o podríamos decir cuatro. No vamos a relucir méritos; yo sé que todos somos humildes, pero hay que mencionarlo. Básicamente, en 1997, se arma el famoso grupo de los tres mosqueteros (Marinari, Ciafardini y Parodi, acompañados de un periodista), que son los que vuelven con la idea. Y, como en ese momento, el más cercano era Ciafardini —de hecho, si no estaba, había estado en la comisión directiva de SADA—, se juntó con los dos y dijo “hay que volver, y tiene que estar SADA”. O sea, es importante que vayamos las empresas, pero las empresas vamos a hacer negocios. En el espacio político, en el lugar de la Argentina, tiene que estar SADA, y no puede ser que SADA no esté. Y, a partir de ahí, empieza un gran esfuerzo con la ayuda de mucha gente y de muchas empresas; logramos volver a Apimondia con la sorpresa de que se nos convoque —por ser la Argentina— a participar de la Vicepresidencia, cargo que nunca había ocupado alguien que no fuera de Europa. Eso es algo muy claro; de hecho fue el único momento en la historia de Apimondia en que la Vicepresidencia fue ejercida por un no europeo. O sea, en todos los años de vida de Apimondia, que son más de ciento cinco o ciento siete, solamente hubo un período de doce años en el que una de sus autoridades no fue europea, sino argentina, lo que demuestra justamente cómo está trabajando nuestro país y la Sociedad Argentina de Apicultores.

Sin duda. Además, gracias a tu presencia, también Apimondia fue cambiando de a poco. Se crearon comisiones, una por cada continente. Esos también fueron grandes cambios. Ahora que ya no estás en la vicepresidencia de Apimondia, a la Sociedad Argentina de Apicultores le toca asumir la presidencia de FILAPI, una institución joven. ¿Qué rol ves para FILAPI y para SADA dentro de FILAPI a partir de ahora?

Nosotros somos fundadores de FILAPI. Estuvimos siempre trabajando dentro de FILAPI, quizá, con otro ritmo. Estamos hablando de una institución joven porque, en realidad, tiene mucho futuro por delante y no tiene tanta historia que mantener, como es el caso de Apimondia o el caso puntual de SADA; por tanto, son todos desafíos. Yo creo que el desafío más grande o uno de los más grandes de la Sociedad es tratar de unificar a América Latina en una organización. Y creo que los colegas de otros países entienden que la Sociedad de la Argentina tiene las líneas de trabajo y las políticas, y un desarrollo político interno muy fuerte con una buena comunicación. No nos olvidemos de que son organizaciones no gubernamentales. Existen muchas organizaciones latinoamericanas que organizan grandes reuniones y congresos, pero con fondos de los diferentes Estados. Con respecto a la apicultura, no se sabe bien si pertenece a la agricultura, si está dentro de la ganadería, si está dentro de la agricultura familiar, y lo mismo les ocurre a nuestros colegas en el Brasil, en Uruguay, en Chile, en Paraguay, en el Perú. Entonces, yo creo que el gran desafío es buscar ese rol, buscar darle a la apicultura una importancia, tanto en el aspecto social como en el productivo, no solo a la miel, sino a toda una gama de productos de desarrollo de diferentes regiones. Y creo que, en ese sentido, la Argentina, o SADA específicamente, hoy ya tiene una estructura que le permite trabajar con esos temas. Es obvio que va a necesitar trabajar en equipo porque SADA lo está haciendo desde hace muchos años; por eso, logra las cosas que logra y no solamente con socios o apicultores, sino con otras organizaciones. Por consiguiente, lo más importante es tratar de congregar un buen equipo y que las realidades cotidianas de cada país no traten de superar un ideal, que es que América Latina trabaje en conjunto.

¿Cuál sería la prioridad, Lucas, para la Sociedad Argentina de Apicultores y para todos y cada uno de los integrantes en el inicio de estos segundos ochenta años? ¿Revertir la situación de la pérdida de colmenas?

Yo creo que sí. Cuando estuvimos tratando de escribir sobre la historia de la Sociedad, vimos que su rol fue cambiando de acuerdo con las necesidades de la misma apicultura. No solo por una cuestión de demanda, sino por una cuestión dirigencial, que tiene que visualizar la problemática antes de que llegue. Y la realidad es que nunca hubiéramos pensado que la problemática sería no poder sostener las colmenas por el desarrollo tecnológico que tiene la Argentina. Lamentablemente, sabemos que no tenemos la fuerza suficiente, no como sector, sino porque el sector, comparado con otros, es mucho más pequeño. Y el hecho de no poder tener la libertad de practicar la apicultura porque te matan las colmenas… A veces, uno puede decir que tuvimos mala suerte, pero no es así; se están muriendo las abejas. Hace menos de diez días, tuvimos tres o cuatro casos, que son los que conocemos porque hay muchos apicultores que lo toman como una pérdida más y no lo dan a conocer. Existe miedo de levantar la voz porque te sacan del campo o porque el que tiene el poder no te respeta. Creo que los fundadores de SADA nunca se hubieran imaginado tener que luchar por el derecho de poder hacer apicultura. No puede ser que seas el dueño de tu campo o de un pequeño lugar, o que te den prestado un lugar y, de repente, te pasen por encima con un avioncito. Es muy grave porque no solo mata la colmena, sino que contamina tus productos, que son hechos con la mejor calidad posible. La verdad es que estar peleando por eso es inaudito. Es muy difícil para nosotros poder abarcarlo porque es muy loco lo que está pasando; parece un cuento de ciencia ficción, pero la realidad es esa. Y uno la ve en el campo, cuando hablás con los apicultores. Aunque muchos apicultores han abandonado la actividad, muchos otros siguen porque la mayoría es como el “burrito parejero”, que anda siempre atrás de la agenda. Le ponemos garra, y no importa si hay un peñasco o una sierra que subir. Es dramático que los apicultores, de repente, lleguen y vean que sus colmenas están muertas, que, con todas las técnicas que puedas utilizar, las colmenas no crezcan. Yo creo que es muy complejo este sistema, y la verdad es que no sé si, en un país como el nuestro, con las libertades tan condicionadas, se va a poder encontrar una solución. Nosotros tenemos información, y supongo que vos también, de que, en algunos casos, en Europa, se empieza a revertir la situación. Ellos también tienen esa problemática, pero, de a poco, empieza a haber lugares verdes, empiezan a prohibir productos, o sea que hay una reversión del efecto. Pero acá, cuando nosotros les pedimos que, por favor, por lo menos suspendan momentáneamente los neonicotinoides, que fueron prohibidos en Europa, te responden que van a formar una comisión para estudiarlo. ¿Cómo vamos a estudiar algo si del otro lado del mundo ya comprobaron que estos neonicotinoides no son buenos? Por lo menos, deberían decir que, aunque sea mientras los estudian, los van a suspender. Sin embargo, contestan que tienen que formar una comisión. Entonces, en realidad, no lo hacen porque los funcionarios responden a otros intereses. Hay laboratorios que van a hacer grandes inversiones en nuestro país para generar productos, y nosotros no podemos generar esas grandes inversiones. Entonces uno piensa que es por el bien del país, pero estamos hablando que, del otro lado, está la salud. Además, está claro que actualmente lo que hace la abeja—como decían los ancestros—es ser un centinela: son la primera línea. Por lo tanto, si están matando a las abejas, ¿a nosotros qué nos están haciendo? Personalmente, yo, que estoy hace muchos años en la apicultura, creo que ni mi papá se imaginaba que la apicultura iba a tener está problemática de falta de campo, de drenaje, de contaminación de sus productos, de pelear con el espacio para ver dónde se puede estar y dónde no. Creo que es la gran problemática que enfrentamos, y la verdad es que vamos a ir ganando terreno. A la larga o a la corta, vamos a triunfar por una cuestión, que creemos que es a favor de la abeja. O sea, esto en algún momento se tiene que dar vuelta, pero hay mucha hipocresía y maquinaria del otro lado. Y no es que nosotros, como muchos nos dicen, seamos “fundamentalistas”. Algunos funcionarios nos han dicho directamente “ustedes son muy fundamentalistas, ustedes quieren volver a la Edad de Piedra”, y yo digo “no, no queremos volver a la Edad de Piedra”. Es decir, tratemos de mejorar para que los productos no maten a las abejas, para que el ambiente sea más sano. Vayamos para adelante; eso no es volver para atrás. No queremos que el agricultor esté con un palo en la mano poniendo la semilla y cuidando la planta, pero, tampoco, aceptamos tanta mentira, como que vamos a acabar con el hambre del mundo, que somos grandes productores. Y uno a veces se alegra y compra ese discurso, y la verdad es que, atrás de ese discurso, hay muchas cosas que no son tan buenas.

Te hago la última pregunta Lucas. De los ochenta años que tiene la Sociedad Argentina de Apicultores ¿Cuántos años llevás ahí?

Y… hay que hacer las cuentas. En realidad, son treinta y dos años. Todavía falta, y no sé si voy a llegar a la mitad de la edad porque no puedo, biológicamente hablando.

Pero quería destacar que llevás treinta y dos años sobre los ochenta que tiene la Sociedad Argentina de Apicultores. Muchas gracias en nombre de Infomiel.com.

No, por favor, gracias a ustedes. Y bueno, espero que podamos seguir cumpliendo años, y ustedes puedan seguir cubriendo este tipo de eventos. Muchas gracias.