La colmena es un ecosistema en equilibrio

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La colmena es un ecosistema en equilibrio

Las intervenciones del apicultor suelen romper el equilibrio existente en la colmena y ocasionan trastornos que afectan tanto el desarrollo armónico de la población como su sanidad, ya que, ante factores de estrés, la colonia enferma.

Todo ecosistema está compuesto por elementos bióticos y no bióticos que se encuentran en equilibrio naturalmente.

Los elementos climáticos, como la luz solar, la temperatura, las precipitaciones lluviosas y la presión atmosférica, entre otros, se combinan con los factores edáficos y condicionan el desarrollo de tipos particulares de vegetación que alimentan a determinadas clases de animales herbívoros que, a su vez, son alimento de los carnívoros, y todos, cuando mueren, regresan al suelo donde son descompuestos por los microorganismos.

Este es, en síntesis, un prototipo de ecosistema terrestre. En cada uno, hay un flujo de energía y materiales que ingresan y salen de él, y su conjunto se encuentra en equilibrio… hasta que el hombre intercede.

La población

Una colmena es un ecosistema en equilibrio. En un espacio determinado, se desarrolla una población de abejas que crece en primavera, se estabiliza en verano y decrece en otoño y en invierno hasta la próxima primavera. En esta estación, aumenta el número de insectos hasta completar la totalidad del espacio disponible y, una vez cubierto, la población se subdivide mediante el fenómeno de la enjambrazón.

Una colonia no es solo un conjunto de abejas. Hay una organización perfectamente adaptada para cubrir todos los requerimientos que le permiten a esta familia no solo sobrevivir, sino también producir sus propias reservas de alimentos, reproducirse, conservar la especie y difundirse geográficamente. Para ello, cada miembro de la colonia realiza una actividad sumamente especializada.

Hay otros componentes bióticos en este ecosistema, como, por ejemplo, microorganismos (hongos, bacterias, etc.) que se mantienen controlados gracias a la producción de propóleos. Este producto, producido por las abejas a partir de resinas que cosechan de ciertos árboles, es el elemento antiséptico y desinfectante con que cuentan las abejas para mantener una población sana en tan reducido espacio.

En el transcurso de su crecimiento poblacional, las abejas construyen panales de cera donde depositan la cría, el polen, el néctar y la miel. Del exterior, traen agua, néctar de flores o azúcares de otras fuentes (como pulgones, por ejemplo), resinas y polen o, en casos de emergencia, elementos proteicos.

Este ambiente interior de la colmena se desarrolla en la oscuridad y está fuertemente influenciado por la temperatura y la humedad, dos factores ambientales determinantes en la supervivencia, en la salud y en la conducta de las abejas.

La temperatura

La colonia es un ecosistema en equilibrio, y, si bien las abejas son organismos de «sangre fría», necesitan mantener el calor dentro de un nivel apropiado a las circunstancias.

La colonia de abejas posee una serie de mecanismos que tienden a mantener la temperatura dentro de un ámbito que les permite sobrevivir y desarrollar los trabajos propios en cada estación del año.

La colonia mantiene su temperatura en los niveles apropiados merced a los siguientes mecanismos:

Apiñamiento

Las abejas (de distintas edades y en forma mezclada) se apiñan formando un racimo que, en invierno, se llama «bolo invernal». Tanto los enjambres que permanecen a la intemperie hasta dirigirse al lugar definitivo como las abejas que son transportadas en forma de paquetes lo hacen. En la primavera o en el otoño o, incluso, en veranos frescos, cuando la temperatura disminuye sustancialmente, las abejas se agrupan para mantener la temperatura o para generar calor.

En este racimo, existen dos tipos de movimientos:

– Por una parte, las abejas —tomadas de las patas— se acercan o se separan entre sí contrayendo o expandiendo el racimo.

– Por otra parte, en invierno o en períodos prolongados de frío, hay un movimiento de revolución: las abejas de la periferia se mueven hacia el interior del racimo, y las del interior, a la periferia. Sin este segundo mecanismo, las abejas del borde terminarían por morir y dejarían en la periferia a una segunda línea de abejas, que también terminarían muriendo, y así sucesivamente hasta la muerte de todo el racimo. En cambio, con este movimiento de revolución, todo el racimo sobrevive reduciendo al mínimo la mortandad de las abejas por hipotermia.

En la estructura del racimo, existe otro hecho que permite conservar el calor. Las abejas de la periferia —que posee un espesor de dos a siete centímetros— se encuentran más juntas, más apretadas que las del centro y forman una banda protectora.

Batido de alas

Las alas, además de ser los órganos anatómicos que se utilizan para volar, se emplean para generar calor o para ventilar por medio de un movimiento en círculos. En el racimo, este mecanismo se pone en marcha para generar calor cuando la temperatura desciende hasta los 14° C y para refrescar (ventilación) cuando supera los 35° C. No todas las abejas participan de este movimiento, sino solo algunas, las necesarias para lograr el propósito.

Cuando existe cría en desarrollo dentro del nido, la temperatura de crianza de las larvas es de 34° C. Cuando no hay cría (lo cual sucede en invierno, en las regiones frías), el racimo de abejas puede ir disminuyendo su temperatura hasta los 14° C. Si la temperatura sigue bajando, el racimo de abejas se contrae (las abejas se aprietan) y, para generar calor, desarrollan una actividad con las alas similar a la que realizan cuando están ventilando. Mientras, en el centro del racimo, la temperatura se mantiene a 14° C, en la periferia las abejas pueden vivir a 6° C, pero mueren cuando la temperatura desciende por debajo de esa marca. Sin embargo, el movimiento de revolución mencionado anteriormente les permite ir renovándose y evitar la muerte por hipotermia.

En verano, la temperatura se mantiene a través de la ventilación que realizan las abejas, que envían, con su batido de alas, una corriente de aire desde la piquera hacia el interior mientras otras abejas lo hacen en sentido inverso, provocando así una corriente que circula por el interior de la colmena y refresca el ambiente. En días cálidos y cuando la población de abejas es numerosa, muchas de ellas se desplazan hasta la piquera y allí se arraciman formando una barba para permitir que la ventilación en el interior de la colmena se pueda realizar eficientemente. Si bien esta barba de abejas no es un signo de una próxima enjambrazón, parece indicar que existe un espacio reducido que las abejas despejan saliendo al exterior. Esto debe advertir al apicultor sobre la falta de espacio de la colonia.

Calafateo con propóleos

Cuando quedan aberturas en la piquera o cuando hay demasiada separación de partes móviles, las abejas calafatean con propóleos para rellenar el exceso de aberturas. Con esto, regulan el intercambio gaseoso entre el espacio interior y el exterior.

Por lo tanto, una de las principales actividades de una colonia es mantener su temperatura dentro del nivel apropiado para la circunstancia que está viviendo. No debemos olvidar que también es importante mantener la humedad en un nivel aceptable para el desarrollo normal de la colonia.

La humedad

El exceso de humedad dentro de una colmena, particularmente en invierno, provoca un disturbio sustancial en la vida de la colonia y desencadena procesos que conducen a la generación de problemas sanitarios que favorecen la mortandad de las abejas. Este es un problema en la zona cordillerana, así como en cualquier otra región donde la humedad relativa, en invierno especialmente, es alta o donde las masas de aire frío mantienen un tenor alto de humedad. La humedad se genera en el interior de cada colmena por el consumo de miel que realizan las abejas. Por cada litro de miel consumida, se genera un litro de agua. Esta humedad, en época de actividad de las abejas, sale de la colmena mediante el mecanismo de ventilación que ellas desarrollan. Pero, en invierno, las abejas arracimadas no utilizan el batido de alas en la piquera para ventilar, de manera que la colmena en sí debe estar dispuesta para que se favorezca la ventilación sin que las abejas intervengan, lo cual es importante en la zona cordillerana de Patagonia.

Si el ambiente externo es muy húmedo, el intercambio gaseoso entre la colmena y el exterior favorece la acumulación de la humedad en el interior de aquella, que se condensa principalmente en la parte inferior de la entretapa, en las paredes laterales y en los panales más cercanos a estas. Esto suele suceder en nuestra cordillera, en invierno, y esta situación se agrava si el apiario está ubicado erróneamente en un mallín o en un área baja donde se acumula el aire frío y húmedo que baja de las laderas circundantes. También sucede cuando la población invernal de abejas no es numerosa.

De esta manera, aparecen procesos como el de fermentación de la miel y las pérdidas de polen por ataque de hongos. Hay que tener en cuenta que, en la zona de la cordillera, las abejas se encuentran en actividad hasta bien entrado el otoño, y hasta es común observar colonias que no cortan totalmente la postura y mantienen pequeñas áreas de cría. Las que interrumpen la postura lo hacen a partir de la segunda quincena de abril, y puede ocurrir que, en los días donde la temperatura llega a los 12° C, haya algo de entrada de néctar en ese mes. El riesgo de esta pequeña entrada de néctar es que no alcance a perder la humedad suficiente para transformarse en miel y permanezca con un contenido de agua excesivo que puede fermentar si el interior de la colmena no está suficientemente ventilado y tiene exceso de humedad. El néctar se acidifica, toma un olor avinagrado y, si las abejas lo consumen, les resulta mortal.

La miel con exceso de humedad fermenta cuando el nivel de temperatura se encuentra entre 10 y 25° C. La temperatura ideal de fermentación es de 15,5° C. Recordemos que el racimo invernal trata de mantenerse internamente por encima de los 14° C, por lo tanto, la temperatura de fermentación coincide con la del racimo. Si este se desplaza para ir consumiendo reservas, puede alcanzar los cuadros donde hay néctar acumulado con exceso de humedad. Como consecuencia, el exceso de humedad de la colmena, que se encuentra condensada en las paredes y panales laterales cargados de miel y de polen resulta particularmente peligroso cuando la temperatura se encuentra en el nivel mencionado.

Por su parte, el polen, cuando está sometido a un exceso de humedad, es atacado por hongos. Si el ataque es severo, provoca fuertes pérdidas en la reserva de polen, ya que se forma una costra dura y blanca que a las abejas les resulta imposible remover. Recordemos que una abundante provisión de polen resulta esencial para mantener una buena población de abejas entre los meses de abril a agosto y que el polen se transforma en un alimento crítico cuando comienza la postura en la segunda quincena de julio o principios de agosto en la cordillera patagónica. Por lo general, el fenómeno del polen atacado por hongos no sucede cuando la colmena pasa el invierno con una buena población de abejas que mantienen el calor en casi todos los cuadros y cuando la colmena se encuentra bien ventilada e impide la acumulación y condensación de humedad.

Intervención del apicultor

Es imprescindible que el apicultor tenga conciencia de los mecanismos que utilizan las abejas para mantener a raya la temperatura y la humedad, ya que sus intervenciones en ningún caso deben interferir con ellos. Si lo hace, generará una situación de estrés que le abrirá la puerta a numerosos problemas sanitarios, muchos de los cuales, especialmente los bacterianos y los fúngicos, se desencadenarán a partir de situaciones provocadas por el mismo apicultor. Por el contrario, sus intervenciones deben ayudar a la colonia y acompañar a la población de abejas para mantener la temperatura y la humedad dentro de los niveles de tolerancia. Para ello, dispone de varias herramientas:

Localizar correctamente el apiario

Ante todo, hay que localizar correctamente el apiario en un lugar seco donde no haya acumulación de aire frío durante las noches. No se lo debe ubicar en lugares húmedos, como los mallines cordilleranos.

Orientar adecuadamente las colmenas

Hay que proteger a las colmenas de las corrientes ventosas. En la cordillera patagónica, es aconsejable que las piqueras estén orientadas al noreste, ya que los vientos en esta región provienen del cuadrante oeste y sudoeste. De esta forma, se evita la entrada de aire frío y, al mismo tiempo, se facilita que el sol caliente el frente de la colmena y la pared lateral orientada hacia el oeste.

Permitir una separación adecuada entre colmenas

Conviene que las colmenas estén separadas entre sí dejando un espacio libre de unos cincuenta o sesenta centímetros entre una y otra. Si las colmenas están en bancos de apoyo individuales, es conveniente que la que está ubicada más hacia el sur esté un poco delante de la otra para que esta no impida que los rayos del sol, en su desplazamiento hacia el oeste, calienten la pared lateral de la primera. En bancos donde se colocan varias colmenas muy juntas, la colmena que no está expuesta al sol del norte o del oeste es más fría.

Regular la abertura de la piquera

Si bien cada apicultor desarrolla sus propios métodos de trabajo, es importante transmitir a otros, especialmente a los novatos, las experiencias que se van acumulando. A quien suscribe el presente artículo le ha dado muy buen resultado mantener en las piqueras de colmenas bien desarrolladas dos aberturas laterales en lugar de una central, durante todo el año. Estas aberturas tienen una longitud de unos cuatro centímetros. Cuando es necesario, se agrega un suplemento en cada abertura para achicarla, lo que sucede en invierno o en plena temporada, cuando desmejora el tiempo durante un período prolongado.

En la cordillera patagónica, se debe tener en cuenta que la variación térmica en plena temporada es muy amplia. Durante las noches, refresca bastante y una piquera totalmente abierta (sin guarda piquera) puede conducir a las abejas a arracimarse en lugar de mantener la actividad durante la noche.

Por otra parte, la doble abertura de la piquera facilita la circulación del aire y mantiene un adecuado porcentaje de humedad y una correcta ventilación.

En las colmenas que se encuentran en crecimiento, conviene estimular su desarrollo desde la pared oeste, que es la más calentada por el sol, manteniendo abierta la piquera de ese lado y cerrando la otra abertura con un puñado de pasto que, cuando se seca, permite el paso de algo de aire y facilita la ventilación, aun en la zona no ocupada por las abejas.

Como se dijo anteriormente, si la abertura del guarda piquera es excesiva, las abejas tratan de reducirla rellenándola con propóleos.

Abrir o cerrar la abertura de la entretapa

Para que las colmenas en invierno estén bien ventiladas, no solo es suficiente que haya una piquera con aberturas laterales, sino que hay que mantener abierta a medias la abertura de la entretapa.

En el mes de mayo, conviene levantar un poquito la entretapa en la parte de atrás. Para ello, basta con colocar una maderita de tres milímetros de espesor en los esquineros posteriores de la entretapa.

También en este caso, las abejas propolizan el exceso de aberturas.

Regular el espacio interior

En el comienzo del invierno, conviene sacar un panal y juntar los restantes en el medio de la cámara de cría para dejar un espacio de unos dos centímetros en los laterales, lo que permite la ventilación de las colmenas, debido también a las aberturas laterales del guarda piquera y a las aberturas en la entretapa. Cuando la colonia es pequeña, como sucede cuando se introduce un paquete o un núcleo, es importante utilizar un paño de plástico o de papel corrugado para envolver los panales poblados de abejas, además de uno o dos para que las abejas lo ocupen y el alimentador (si se emplea para estimular o alimentar) colocado fuera del poncho. Personalmente, prefiero el poncho de plástico, ya que las abejas roen el de cartón. Si la colmena está bien ventilada, no se junta humedad en el plástico.

Asimismo, no hay que agregar alzas en forma prematura ni dejar que el espacio interior se reduzca como para incentivar la enjambrazón. Las alzas deben colocarse en el momento oportuno.

Regular el número de cuadros en la cámara de cría

Cuando la colmena recién comienza, y se utilizan varios cuadros con cera estampada, conviene colocar diez cuadros. Pero, una vez que la colmena se desarrolló, es conveniente trabajar con nueve, por varios motivos, a saber:

  1. a) La colmena está mejor ventilada entre cuadros.

  2. b) Las abejas construyen panales más gruesos, lo cual, en la sala de extracción, permite una mejor desoperculación.

  3. c) Hay más producción de cera.

  4. d) Se previene mejor la rotura de celdas reales cuando se revisa la colmena.

Dejar las reservas invernales de miel y polen necesarias para el invierno

Una media alza repleta de miel, además de lo que las abejas ingresan en la cámara de cría a medida que reducen la postura en otoño, suele ser suficiente reserva invernal para que la colonia llegue hasta la próxima temporada. Los meses críticos son agosto y septiembre, cuando la reina activa la postura y todavía no hay entrada de suficiente néctar. Si es necesario, durante ese mes, hay que suplementar con jarabe de alimentación.

Es frecuente que, en otoño, las abejas traigan azúcar proveniente de exudados de pulgones que se encuentran en diversas especies, especialmente en los sauces o los álamos. Esto suele ocurrir a fines del verano, después de la última cosecha. Inmediatamente después de esta cosecha, hay que hacer un control contra la varroa; por lo tanto, después de este control sanitario, está vedada la cosecha de miel.

Si el productor se entusiasma y cosecha demasiada miel, puede ocurrir que las abejas cubran posteriormente los panales con el azúcar que proviene de los pulgones. Esta no constituye una buena reserva invernal porque no les resulta fácil disolverla y necesitan abundante provisión de agua, fenómeno que en invierno no ocurre. Esto, naturalmente, pone en serio riesgo la supervivencia de la colmena.

Una alternativa es dejarles la miel que ellas produjeron durante la primavera y el verano en la primera media alza, que muchos productores dejan como cámara de cría suplementaria. En estos casos, los productores cosechan lo que está por encima de esa media alza. Un exceso de cosecha provoca estrés que, en definitiva, se traducirá en mortandad o en enfermedades.

Por otra parte, los productores que trabajan con protocolos de calidad no deberían cosechar de esa primera media alza cuando se utiliza como complemento de cámara de cría, ya que así está especificado en los protocolos vigentes.

Como conclusión general, podemos decir que el control de la humedad, de la temperatura y de las reservas invernales son tres factores esenciales en la sustentabilidad de las colmenas. Si internalizamos la idea de que estamos frente a un ecosistema en equilibrio, seremos más cuidadosos a la hora de intervenir en nuestros colmenares.