La miel natural ayuda a conciliar el sueño y eliminar la obesidad
20 febrero, 2022Mieles y abejas en la historia de la guerra
7 marzo, 2022
Charles Darwin, a sus 22 años, recién graduado, se unió a la tripulación del barco explorador HMS Beagle para embarcarse en el viaje que lo llevaría a recorrer lo desconocido y a descubrir los paisajes y seres vivos que habitaban las zonas inexploradas del mundo y, al mismo tiempo, lo ayudaría años después a formular su famosa teoría de la evolución biológica por selección natural.
A pesar de una enfermedad crónica que lo acompañó durante muchos años, pudo estudiar los percebes, las lombrices de la tierra, la fertilización de las orquídeas, las plantas insectívoras y las trepadoras y un largo etcétera, así como mantener una prolongada correspondencia con los defensores y detractores de sus ideas.
En su libro El origen de las especies, además de exponer su teoría, incluyó ejemplos de su cumplimiento en la vida de la Tierra. Quería saber si su teoría de la evolución podría explicar el instinto, es decir, el comportamiento innato o espontáneo en la naturaleza.
Uno de los ejemplos utilizados, y que calificó como el más maravilloso de los instintos, fue la destreza que muestran las abejas de la miel para construir panales fabricados por capas superpuestas de celdas de cera hexagonales, donde almacenan sus reservas de miel y polen, además de criar a las nuevas abejas y zánganos.
El naturista tenía dos parámetros que necesitaba fundamentar: por un lado, cómo había evolucionado, a lo largo del tiempo, la capacidad de la colmena para construir los panales y, por otro lado, cómo las abejas podían construir sus panales usando solo el instinto. Era necesario responder cómo pueden surgir instintos tan complejos y que se produzcan por selección natural.
Con ayuda de sus sabios colegas científicos, entre ellos Richard Owen (coautor de la teoría de la evolución), aprendió que hay otros tipos de abejas que construyen panales más sencillos, como la abeja melipona, que los construye esféricos. Mediante una serie de experimentos que hizo con láminas de cera, comprobó cómo trabajan las abejas de la miel, y aunque el resultado del trabajo de las abejas es complejo, puede ser descompuesto en operaciones sencillas, ya realizadas por otros tipos de abejas.
Lo que comprobó es que las abejas mieleras construyen panales que optimizan el resultado obtenido a partir del esfuerzo realizado.
Las abejas necesitan néctar para producir la cera. La obtención del néctar significa para la abeja un esfuerzo, un gasto de energía. De acuerdo con esta teoría, dedujo que las abejas que mejor utilizan su cera en la construcción serían las mejor adaptadas.
El motor del proceso de selección natural fue economizar cera. El enjambre que necesitaba menos miel para segregar cera fue el más exitoso y transmitió ese instinto nuevo mediante un proceso hereditario para que los nuevos enjambres tuvieran más probabilidades de luchar por la supervivencia.
La esterilidad de los insectos sociales
Las abejas obreras son estériles y se dedican al trabajo comunitario durante su existencia.
Darwin observó la colmena como una familia y no como un conjunto de individuos. De ese modo, pudo encontrar una explicación lineal, ya que las abejas estériles (las obreras) colaboran con el grupo, pues su esterilidad puede ser producto de la selección, que, a la vez, puede actuar tanto sobre el individuo como sobre la familia. Lo más productivo para el conjunto-colmena es la esterilidad de las abejas obreras y su dedicación al trabajo, no a la reproducción.