Polen: el amor esta en el aire. El estallido del color

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Polen: el amor esta en el aire. El estallido del color

Lo hacen los pájaros, lo hacen las abejas, incluso las plantas lo hacen. Con la llegada del polen, el mundo estalló en luminosos colores rojos, verdes y amarillos. Las imágenes mediante microscopio electrónico de barrido nos revelan todo un universo de formas y texturas.

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Geranio

El tamaño de los granos de polen se mide en millonésimas de metro, pero sus viajes en busca de pareja son épicos. Las decenas de granos dorados que han llegado con éxito al estigma de una flor de Geranium phaeum tienen que competir para ser de los pocos que logran la fecundación.

Foto: Martin Oeggerli

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Flor de durillo

Alojados en el tejido arrugado del estigma de Viburnum tinus, los granos de polen de otras flores de durillo (en gris) se hinchan con la humedad. Uno de ellos (en el centro) ya está desarrollando el tubo polínico que transporta las células espermáticas hasta el primordio seminal. El polen de otras especies (en amarillo y en verde) ha fallado el objetivo; las defensas genéticas lo excluyen de la carrera por la fecundación.

Foto: Martin Oeggerli

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Sauce cabruno

Un grano de polen de Salix caprea ha fallado su objetivo. Ahora, atrapado entre los pétalos de la flor de otra especie, morirá. Aunque algunos granos de polen se dispersarán por el aire cuando la brisa primaveral agite las hojas del sauce, otros se pegarán al dorso de las abejas y llegarán a su destino.

Foto: Martin Oeggerli

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Muchas formas y tamaños

El diámetro de un grano de polen de calabacera (en el centro) tiene el grosor de un billete de 10 euros. La diminuta mota que hay a su lado es un grano de polen de nomeolvides.

Imagen compuesta de Martin Oeggerli; 14 imágenes de microscopio electrónico de barrido, de Ralf Buchner y Heidemarie Halbritter, Universidad de Viena

Foto: Martin Oeggerli

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Membrillero de flor

Es posible que la superficie irregular del polen de Chaenomeles sp. acelere la absorción de la humedad cuando el grano se posa sobre su objetivo, una flor de su misma especie. «Una hidratación rápida determina una formación más veloz del tubo polínico —dice el fotógrafo suizo Martin Oeggerli, investigador postdoctoral del Hospital Universitario de Basilea—. Eso es importante para la fecundación.»

Foto: Martin Oeggerli

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Trébol blanco

Trifolium repens

El polen, rico en proteínas, del trébol blanco es un alimento importante para las abejas, como el néctar.

Foto: Martin Oeggerli

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Abutilón coloreado

Abutilon pictum

Las púas del polen del abutilón coloreado posibilitan un mejor agarre a las plumas de las aves.

Foto: Martin Oeggerli

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Guajaca gigante

Tillandsia maxima

El pliegue en el polen de la guajaca gigante le permite encogerse cuando se seca, o hincharse con la humedad, sin romperse.

Foto: Martin Oeggerli

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Lechuga de agua

Pistia stratiotes

Los surcos en el polen de la lechuga de agua son un rasgo inusual, aunque la planta es común desde Egipto hasta Argentina.

Foto: Martin Oeggerli

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Nomeolvides

Myosotis sylvatica

Los granos de polen del nomeolvides (coloreados de turquesa) son de los más diminutos que se conocen, con un diámetro de cinco milésimas de milímetro.

Foto: Martin Oeggerli

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Atrapamoscas

Dionaea muscipula

Los granos de polen del atrapamoscas son más de 15 veces más grandes que los del nomeolvides. No existe una relación directa entre el tamaño de la planta y el de su polen.

Foto: Martin Oeggerli

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Acacia de Constantinopla

Albizia julibrissin

Los granos de polen de la acacia de Constantinopla son también más de quince veces más grandes que los del nomeolvides.

Foto: Martin Oeggerli

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Leucadendro plateado

Familia Proteáceas

El polen del leucadendro plateado tiene un revestimiento adhesivo que se pega a los animales que lo transportan.

Foto: Martin Oeggerli

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Crino japonés

Crinum japonicum

El del crino japonés está rodeado de pétalos vistosos que atraen a los insectos. Algunas morfologías parecen fáciles de explicar. Otras son un enigma.

Foto: Martin Oeggerli

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Pino

El polen de los pinos cubre los coches con un polvillo amarillo verdoso, aunque este grano en particular ha aterrizado sobre el huevo de un insecto que aún no ha eclosionado. El polen de estos árboles flota
en el aire sustentado por sus dos vesículas aeríferas, y es una condena para los alérgicos de casi todo el mundo, ya que llega a alcanzar elevadas concentraciones, como ha sucedido desde hace millones de años.

Foto: Martin Oeggerli

Los humanos a menudo no apreciamos todo lo que tenemos, como la capacidad de caminar, gatear o incluso, después de haber bebido una copa de más, arrastrarnos hasta un adorable ejemplar del sexo opuesto. Las plantas no tienen ese privilegio.

Durante gran parte de la larga historia de la vida vegetal terrestre, las plantas tenían que estar muy cerca unas de otras, casi tocándose, para emparejarse. Los musgos dispersan su pálido esperma con la lluvia para que su flujo vital vaya flotando hasta sus congéneres cercanos, como hacían otras plantas primitivas, pero ese método de reproducción requiere humedad. Al principio, la vegetación sólo podía sobrevivir en rincones húmedos del planeta donde las gotas de agua comunicaran regularmente a los machos con las hembras. La mayor parte de la Tierra era de color pardo.

«Si en la larga novela de las plantas el conflicto narrativo era la distancia entre los amantes, el polen fue la solución que los uniría, a través de metros o incluso de un continente a otro»

Un buen día, hace más de 375 millones de años, las cosas cambiaron.Un linaje de plantas desarrolló granos de polen y semillas, y desde entonces nada volvió a ser lo mismo. Pero llamemos a las cosas por su nombre. El polen venía a ser el esperma de las plantas, con dos espermatozoides por grano, rodeados por una membrana a menudo dorada, que es a la vez protección y vehículo. Si en la larga novela de las plantas el conflicto narrativo era la distancia entre los amantes, el polen fue la solución que los uniría, a través de metros o incluso de un continente a otro. Fue el truco evolutivo que transformó el mundo, ha­­ciendo posible el sexo entre desconocidos.

Pero en los comienzos, el éxito seguía siendo esquivo. El polen se dejaba llevar por las rachas de viento con la esperanza de que unos pocos granos alcanzaran su objetivo. Con el tiempo aparecieron más argucias: surgieron los sacos polínicos, que estallaban para propulsar el polen, y las vesículas aeríferas, que aprovechaban la brisa para elevarse y viajar. Las plantas empezaron a producir miles, millones y miles de millones de granos de polen para asegurarse de que al menos uno consiguiera su propósito.

«Una explosión violenta y silenciosa»

El objetivo de cada uno de esos miles de millones de granos de polen es el primordio seminal desnudo (la futura semilla) de otra planta de la misma especie. Una vez allí, el grano de polen empieza a desarrollar un tubo que pone en contacto el espermatozoide con la ovocélula del primordio. Si el polen cae sobre una especie di­­ferente o sobre una planta demasiado débil o vieja, el tubo polínico no se forma. Pero de vez en cuando lo consigue, y entonces uno de los dos espermatozoides fecunda la ovocélula e inicia el desarrollo de una semilla viable. El mero hecho de que existan plantas es un testimonio del éxito relativamente frecuente de esa lotería.

Durante millones de años la vida se desarrolló de esta manera. El encuentro entre el polen y los primordios seminales dependía únicamente del viento y la suerte, hasta que las cosas cambiaron de nuevo. En palabras del naturalista Loren Eiseley, fue «una explosión violenta y silenciosa». Un linaje de plantas desarrolló semillas protegidas en el interior de frutos y rodeadas de pétalos. Ese linaje, el de las angiospermas, tuvo más éxito que los demás porque sus primordios seminales estaban protegidos (dentro de ovarios, que se transformaban en frutos) y porque sus pétalos atraían a animales que, sin saberlo ni proponérselo, transportaban el polen en las plumas, la piel o el pelo. Los animales lle­vaban el polen de una flor a otra con más eficacia que el viento, por lo que las plantas con pétalos más atractivos tenían ventaja sobre las demás. Las flores desarrollaron entonces muchos colores y el suculento néctar, un premio añadido. Los animales llegaron por millares. Los colibríes y coipecillos desarrollaron picos largos para llegar al néctar, y las mariposas, abejas y moscas adquirieron largos aparatos bucales succionadores. Los murciélagos desarrollaron lenguas pegajosas, que a veces doblan la longitud de su cuerpo.

Los animales que recolectan néctar dispersan al mismo tiempo el polen. A las abejas se les pega a la pilosidad del cuerpo y de las patas mientras van de flor en flor libando el néctar, y así lo van esparciendo entre las flores. Luego introducen parte del polen recolectado en unas cestas llamadas corbículas que tienen en las patas traseras. Al llegar a la colmena lo almacenan en celdillas de cera, para comerlo en época de escasez.

Al hacer posible el sexo a distancia, el polen, y en definitiva las flores, condujo a una diversificación explosiva de las plantas y convirtió un planeta pardo en un mundo verde, luego rojo, amarillo, blanco, naranja y de todos los demás colores. También el polen se diversificó. En la Tierra hay 300.000 especies vegetales con polen y otras tantas formas diferentes de polen. La enorme variedad de colores, formas y texturas de los granos ha evolucionado según los rasgos biológicos específicos de cada planta. Las polinizadas por escarabajos suelen tener un polen liso y pegajoso, que se adhiere especialmente bien al dorso de estos insectos de movimientos lentos. Las especies polinizadas por las ágiles abejas o moscas pueden tener un polen espinoso que queda fácilmente alojado entre los pelos del insecto. Los vegetales polinizados por animales más grandes, como murciélagos, a veces tienen granos de polen más grandes, pero no siempre, tal vez ni siquiera la mayor parte de las veces. Sobre los detalles de la variedad del polen todavía hay más preguntas que respuestas.

Las páginas más recientes de la historia del polen no se han escrito por sus éxitos, sino por sus fracasos. El aire, por límpido que parezca, está cargado de polen que no ha llegado a su destino. Ahora mismo, puede que usted tenga granos de polen en las manos o en la cara. El polen se deposita y acumula en los sedimentos, capa tras capa, sobre todo en el fondo de lagos y estanques.

«Una detallada enciclopedia en el fango»

En esas capas, donde la descomposición es lenta, el polen constituye un libro de historia más perdurable que las plantas que lo produjeron. Cuando hay polen de gramíneas en el sedimento significa que ha habido praderas; el polen de pino indica un bosque de coníferas, y así sucesivamente hasta formar una detallada enciclopedia en el fango. Los palinólogos toman muestras verticales del fondo de los lagos para estudiar los cambios en las especies vegetales de una capa a otra. Esas crónicas de los cambios en la flora de un lugar pueden abarcar miles de años o más.

El estudio del polen hallado en esas muestras de sedimentos permite a los científicos averiguar la frecuencia de los incendios, observar el avance y la retirada de las especies con las glaciaciones, y otros muchos fenómenos. Pero el cambio más acusado a lo largo de los milenios se ha pro­ducido recientemente, con la llegada de las tecnologías humanas. La difusión de la agricultura ha determinado que el polen de los árboles sea, primavera tras primavera, menos común, y el de los cereales y las malas hierbas, más abundante. Con el cambio climático, las especies ve­­getales adaptadas al frío serán cada vez más raras, y aumentará el polen de las recién llegadas, procedentes de regiones más cálidas.

No es la primera vez que el polen refleja la marcha de las civilizaciones. En un principio, el polen más común en las llanuras mayas de Guatemala era el de los árboles de la selva. Hace alrededor de 4.600 años empezó a aparecer polen de maíz. Hace unos 2.000 años, la mayor parte pertenecía a plantas asociadas a la agricultura. Después, hace aproximadamente un milenio, el polen de maíz comenzó a desaparecer, y también el de las malas hierbas. Con el tiempo, reapareció el de los árboles. Al observar esos cambios, los palinólogos pueden deducir el resto de la historia. También volvieron las aves, las abejas y hasta los murciélagos. Como todos los registros, el del polen puede ser engañoso, pero en este caso el dato esencial no requiere muchas interpretaciones. La civilización ascendió y después declinó. Los templos dieron paso a los árboles, con flores colgantes y gran cantidad de polen, que volvió a inundar el aire. Cualquiera que sea nuestro destino en los años venideros, el polen seguirá registrándolo. Sin emitir juicios, sólo ofreciendo su testimonio.

Toda vida, incluida la nuestra, es improbable, pero de alguna manera la de las plantas, que de­­pende de la circulación del polen, lo es aún más. Así y todo, los gametos se las arreglan para en­­contrarse, como vienen haciendo desde la época de los dinosaurios, cuando las libélulas gigantes surcaban el aire, llevando sin duda polvo amarillo adherido a sus pelos prehistóricos.

 

Fuente: https://www.nationalgeographic.com.es/