Miel y colesterol, un binomio que se entiende mejor de lo que parece

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Miel y colesterol, un binomio que se entiende mejor de lo que parece

Aunque la alta presencia de glucosa en la miel puede llevar a pensar que no sea un producto positivo para reducir el llamado colesterol malo, lo cierto es que su capacidad antioxidante pesa más en esta “lucha” como así están demostrando numerosos estudios.

Una de las grandezas que tiene la miel es que, a la hora de ponerla en relación con una enfermedad como la diabetes o con el colesterol, hay que realizar numerosos matices.

Y es que lo normal sería pensar que miel y colesterol va unido, ya que  un producto como la miel donde la glucosa, es decir los hidratos de carbono, cuentan con un papel predominante no tendría efectos positivos para una persona que quiere reducir los niveles del llamado colesterol malo.

Al tratarse de un creación 100% natural, el endulzante de las abejas tiene propiedades que obligan a no realizar afirmaciones categóricas en este sentido.

El Colesterol malo y el bueno

En primer lugar hay que distinguir entre lo que comúnmente se conoce como colesterol malo y bueno.

El primero, que científicamente se denomina como LDL, es una sustancia presente en la sangre que empieza a ser problemática cuando aumenta demasiado.

Si se produce esta circunstancia, las células no son capaces de absorberla y se queda habitando las paredes arteriales. Ahí es donde está el problema. Por su parte, el colesterol bueno o HDL ejerce como una especie de aspiradora del LDL.

Es decir, lo succiona y se lo lleva el hígado para que lo acabe eliminando del organismo.

La presencia de HDL está relacionada con la longevidad, un menor riesgo cardiovascular y la reducción de las posibilidades de que se produzcan coágulos. Además, se ha demostrado que tiene propiedades antiinflamatorias y antioxidantes, algo en lo que, por cierto, coincide con la miel.

A simple vista la alta presencia de glucosa en la miel podría convertirla es un alimento prohibido dentro de una dieta para el colesterol. Pero las cosas no son tan simples.

Es cierto que el binomio de miel y colesterol no tiene un final feliz cuando una persona con niveles de LDL altos consume en exceso este endulzante y esto se combina con una dieta poco equilibrada y la ausencia total de actividad física.

Pero los últimos estudios que se han hecho sobre ese asunto arrojan resultados sorprendentes.

Estudios confirman que la miel es buena para el colesterol

Una investigación de la prestigiosa American Chemical Society demostró, tras realizar un riguroso ensayo, que la miel tiene los mismos efectos positivos en la reducción del LDL que, por ejemplo, las frutas y verduras.

La clave es una propiedad que antes apuntábamos, su capacidad antioxidante. Algo en lo que coinciden la miel y el colesterol bueno.

Otros estudios han demostrado al mismo tiempo que una dieta con miel acaba elevando los niveles de HDL en la sangre, el colesterol bueno.

Es obvio que también aumenta al mismo tiempo la presencia de azúcar en el flujo sanguíneo, pero la clave es que lo hace de una manera mucho más reducida que si consumiera azúcar común procesado, por ejemplo.

La miel un aliado para el colesterol bueno

Por lo tanto cuando nos preguntamos si la miel es mala para el colesterol la respuesta tiene que ser que no, siempre que su consumo no sea excesivo.

Tomar una cucharada de este producto de forma regular acaba produciendo unos efectos positivos para el organismo gracias a esos benditos matices.

Y es que, en definitiva, el peso negativo que tiene la alta presencia de glucosa se ve compensado con su alto poder antioxidante que se convierte en un firme aliado del colesterol bueno.

Fuente: https://www.universomiel.es/