Para aprovechar la temporada apícola, es necesario planificar, ya que un año de ardua labor puede perderse en el último momento, cuando estamos extrayendo el fruto de nuestro trabajo. Para minimizar los riesgos, se deben tener en cuenta las Buenas Prácticas de Manufactura (BPM) en la sala de extracción.

Las BPM deben seguirse a lo largo de las distintas secuencias de producción. Por ello, debemos tener en cuenta que, una vez que el apicultor ha llegado con sus alzas cargadas de miel a la sala de extracción, comienza una nueva etapa. Este proceso se inicia con la descarga y la recepción del material por parte del operador del establecimiento.

En su mayoría, las salas de extracción de miel cuentan con un espacio físico para realizar la descarga del material que viene del apiario, donde el vehículo cargado puede ingresar. En ese espacio, deberemos tener cuidado con la emanación de gases que produce el camión.

Para esto, se recomienda disponer de una zona de recepción externa, que contará con un alero, y un cerramiento, que impida el paso de las abejas y demás elementos hacia el interior de la sala. Es importante destacar que el material con miel que viene del campo deberá estar correctamente desabejado y libre de pastos, tierra o cualquier otro material contaminante.

El operario de la sala hará el ingreso del material correspondiente y conformará el número de lote (número único e irrepetible en el lapso de la campaña), que servirá para el rastreado del origen de la miel por parte del destinatario final.

Luego, el proceso continúa pesando y estivando las alzas sobre las bandejas y estas sobre las tarimas para evitar que estén en contacto con el suelo. Este sector de la sala se denomina zona de transición o intermedia. De allí, el material pasará a la llamada zona limpia, donde se realiza el desoperculado y la extracción de la miel por centrifugado.

Luego, la miel pasa a una fosa, o bien a tanques decantadores, donde se realizará la primera fase de decantado de impurezas (cera, partes de abeja, etc.). Inmediatamente después, se procederá al llenado de los tambores y, en caso de ser necesario, a su posterior espumado —operación final de decantación de pequeñas impurezas—.

Una vez llenos los tambores, estos se transportarán a la zona complementaria, donde permanecerán hasta que los retire el exportador, el acopiador o el fraccionador. El material inerte vacío ya extractado será ubicado en la zona de transición a la espera de ser trasladado nuevamente al campo o al depósito del apicultor, según lo que corresponda.

Cabe destacar que hasta aquí se enumeró brevemente el circuito que sigue la miel en un establecimiento de extracción, pero debemos tener en cuenta que, para su correcto funcionamiento, cada sala debe implementar las BPM y desarrollar e implementar Procedimientos Operativos Estandarizados (POE) y Manejo Integrado de Plagas (MIP).

Debemos tener en cuenta que, cuando se reciben las alzas melarias en la sala de extracción de miel, comienza a documentarse la trazabilidad o rastreabilidad de la miel (Resolución SENASA 186 del año 2003).

En este sentido, se deberán documentar los siguientes datos:

1. Fecha de recepción.

2. Identificación del productor mediante su número de RENAPA (Registro Nacional de Productor Apícola).

3. Número de alzas recibidas.

4. Cantidad de tambores obtenidos.

5. Número de lote asignado.

6. Destino de los tambores.

7. Documentación de amparo con la que se retira el material del establecimiento.

Una vez consolidados estos procedimientos, una empresa puede, a su vez, incorporar otras herramientas que diferenciarán el producto final con el agregado de valor, mediante certificaciones como Kosher, Halal, Mercado Justo, Sello Alimentos Argentinos, entre otras.

Fuente: https://inta.gob.ar