Los primeros agricultores del Neolítico ya tomaban miel

«Entrevista a Anselmo Martz, un referente de la apicultura argentina»
31 mayo, 2018
La empresa apícola de walter poplawski villamora participó de Expo Apícola
La empresa apícola de Walter Poplawski “Villamora” participó de Expo Apícola.
25 junio, 2018

Los primeros agricultores del Neolítico ya tomaban miel

Un estudio internacional ha encontrado cera de abejas en vasijas de cocina de más de siete mil años de antigüedad. Según los resultados de dicha investigación, nuestros antepasados utilizaban la cera como cosmético y medicamento o para impermeabilizar recipientes de barro.
Las «doradas abejas», como las describía Antonio Machado poéticamente, vienen prestando su «blanca cera y dulce miel» a los humanos desde hace, al menos, ocho mil quinientos años, fecha que coincide con el inicio de la agricultura en el Neolítico. El dulzor de la miel habría seducido a nuestros ancestros, que también pronto
encontraron utilidades para la cera, como cosmético para los rituales, medicamento o para impermeabilizar recipientes de barro.
Precisamente, la huella química que ha dejado la cera en vasijas y otros utensilios de cocina fue lo que ha permitido datar el inicio de la apicultura como simultáneo al desarrollo de la agricultura y la domesticación de animales. Lo demuestra una investigación liderada por la Universidad de Bristol y publicada en Nature, en la que han colaborado investigadores de Europa, de Oriente Medio y del norte de África, regiones de donde es originaria la abeja europea (Apis mellifera).
Las primeras escenas de apicultura se observan en las representaciones rupestres y también aparecen en el antiguo Egipto. Sin embargo, la relación entre los primeros agricultores y las abejas era incierta. El estudio de Bristol muestra que los primeros agricultores del Neolítico ya trabajaban con las abejas y hace retroceder el momento en que surgió esa provechosa asociación hasta fechas muy anteriores a las estimadas hasta ahora.
El estudio ha reunido pruebas de la presencia de cera de abejas en las vasijas de cerámica de los primeros agricultores de Europa mediante la investigación de sus componentes químicos, que han quedado atrapados en la arcilla de más de seis mil fragmentos de cerámica provenientes de más de ciento cincuenta yacimientos arqueológicos situados en la zona de dispersión de la abeja europea.
Se trata de una «evidencia inequívoca, basada únicamente en la “huella digital” que deja un producto químico», destacan los investigadores. Se detectó la cera en ollas de cocina de un yacimiento arqueológico de Turquía que data del séptimo milenio antes de Cristo, lo que constituye la evidencia más antigua del uso de los productos de las abejas por los agricultores neolíticos.
La cera de las abejas contiene lípidos complejos que intervienen de forma muy constante en su composición y pueden actuar como una huella química en objetos arqueológicos, como vasijas de cerámica. Después de analizar 6.400 vasijas de cerámica, los investigadores han establecido un mapa de la asociación entre las abejas y el inicio de la agricultura a través de Europa, Oriente Medio y el norte de África. La evidencia más antigua de la cera de abejas en utensilios domésticos de barro proviene de yacimientos neolíticos de Anatolia que datan del séptimo milenio antes de Cristo y son la primera evidencia de la explotación de las abejas por el hombre.
La falta de pruebas del uso de cera de abejas en los emplazamientos neolíticos por encima del Paralelo 57º, como, por ejemplo, en las actuales Escocia, Noruega, Suecia y Finlandia, demuestran la existencia de un límite ecológico en la distribución natural de
las abejas en ese momento.
La carencia de un registro fósil de la abeja melífera la ha hecho ecológicamente invisible durante la mayor parte de los últimos diez mil años. Y, aunque diversas representaciones artísticas egipcias e, incluso, el arte rupestre sugieren que la relación con estos himenópteros se remonta a miles de años atrás, se desconocía cuándo y dónde había surgido.
El trabajo es fruto de más de veinte años de investigaciones llevadas a cabo en el Departamento de Geoquímica Orgánica de la Universidad de Bristol, que dirige el profesor Richard Evershed y en el que están involucrados arqueólogos de Europa, de Oriente Medio y de África del Norte.