La miel: alimentación, producción artesanal y biodiversidad

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La miel: alimentación, producción artesanal y biodiversidad

El gran desafío consiste en mejorar la convivencia entre el modelo de producción de miel a pequeña escala con la agricultura extensiva.

“Abuelo, el frasco de miel se está terminando”. Para Santiago Carnevale, apicultor y docente, esa frase resume el rol de la apicultura, la presencia de la miel en la alimentación y esa gran verdad que dice que la infancia es el momento de aprender cosas para toda la vida.

Carnevale comenzó con la apicultura en el año 2000, en medio de la crisis económica nacional, «para poner la cabeza en algo porque eran momentos muy difíciles”. Luego se entusiasmó tanto que se recibió de perito apicultor, durante varios años dio clases en la Sociedad Argentina de Apicultores (SADA) y se dedicó a asesorar a otros productores.

Actualmente vive en Moreno, Buenos Aires, y tiene sus colmenas en Pilar, Exaltación de la Cruz y en Mar del Tuyú. En total posee 300 colmenas cuya producción varía según el clima y la floración de cada año, con un promedio de 30 kilos anuales por colmena. Considera que los principales obstáculos que enfrenta el pequeño productor para expandirse y lograr vender la miel de forma sistemática y constante es contar con el equipamiento adecuado. A la vez, advierte, no es fácil conseguir lugares donde instalar colmenas, debido al avance de la frontera agropecuaria y al monocultivo.

Alimentación y producción

Pedro Kaufmann también es apicultor, pertenece a la comisión directiva de la SADA y tiene el plus de ser abogado especializado en derechos humanos. Recuerda que la Argentina tiene la tasa de diabetes infantil más alta de Latinoamérica y considera que eso no está disociado del modelo productivo vigente, que se basa en altas tasas de desmonte y en el uso de agroquímicos.

“El modelo productivo basado en monocultivos está vinculado a la transformación de la tierra, donde desaparecen monte y pastizales para convertirse en campos bajo producción, lo cual afecta no solo a las abejas sino a otros miles de polinizadores”, advierte Kaufmann, quien también es coordinador del consejo gremial de la Federación Latinoamericana de Apicultura (FILAPI).

“Las colmenas están muy presionadas, tienen menos biodiversidad para alimentarse, menor ingesta de proteínas y se van debilitando. Argentina es uno de los grandes productores de miel, pero solo se tienen en cuenta los tambores que se exportan por año: no se valora el servicio de polinización que brindan las abejas y esta no valoración es una forma de despreciar el valor de la apicultura como garantía de diversidad biológica”.

Según explica María Julia Cabello, responsable del área de Desarrollo Rural Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), lo ideal sería que ambos sistemas productivos puedan convivir, tanto la agricultura convencional como así también la agricultura orgánica o agroecológica.

“Es necesario comenzar un proceso de trabajo para la búsqueda de este desafío, que consiste en lograr una convivencia más pacífica y cooperativa entre los tipos de producciones”, expone. “Se visibiliza a la miel como un alimento clave por sus características nutritivas y su potencial reemplazo de otros endulzantes, por lo que es importante trabajar en producir un producto inocuo y de calidad al que tenga acceso toda la sociedad durante todo el año”, agrega Cabello.

Argentina eligió a la miel para sumarse a la Iniciativa Global de la FAO Un País, un Producto, de la cual participan otros 10 países de la región América Latina y Caribe, y que apunta a desarrollar cadenas de valor sostenibles, inclusivas, eficientes e innovadoras. “Mediante esta iniciativa de la FAO, el objetivo con la miel es explorar estrategias para diferenciarla en los mercados internacionales con el fin de encontrar alternativas a la exportación a granel, y que en el futuro Argentina acceda a mercados con valor agregado”, detalla Cabello.

Procesar y vender

El pequeño productor apícola también enfrenta desafíos para disponer de una sala de extracción habilitada, tener aprobado el proceso de fraccionado y, lo más determinante, contar con disponibilidad de miel para no perder clientes. Es usual que el pequeño productor se quede sin miel propia y salga a comprar a granel, con la consecuente suba de gastos, a lo que se suma el envasado y el flete.

Carnevale sostiene que sería deseable que se estimule el consumo de miel, se den a conocer sus propiedades y se prohíba la miel adulterada. Considera, además, que es clave que los alumnos de las escuelas rurales produzcan su propia miel y que la consuman en meriendas y desayunos, para aprovechar sus amplios beneficios para la salud.

* FAO Argentina

Fuente: www.pagina12.com.ar