“Detectamos la ventana temporal y las necesidades de cobertura vegetal que determinan la producción de miel. La productividad de los pastizales en los meses de noviembre y diciembre define, en gran medida, la cantidad de miel que vamos a cosechar en meses posteriores. En este período, las colmenas se fortalecen, para luego aprovechar mejor los picos de flujo de néctar”, sostuvo Carlos Muñoz, apicultor y reciente graduado de la Especialización en Teledetección y Sistemas de Información Geográfica Aplicados al Estudio de los Recursos Naturales y la Producción Agropecuaria, de la FAUBA.
Por su parte, Gervasio Piñeiro, docente de la FAUBA y director de la especialización, resaltó el valor de brindarles herramientas a los apicultores: “A partir de estos resultados, generamos una metodología que, basada en imágenes satelitales, les permite a los productores estimar sus cosechas anuales con varios meses de anticipación. Es un aporte interesante para planificar el manejo de las colmenas y las coberturas vegetales en este contexto de incertidumbre que les genera el avance de la agricultura”.
Además, Muñoz agregó: “Si bien les damos mucha importancia a los cultivos de verano por su aporte de néctar, también vimos que se debe tener en cuenta los cultivos de invierno. En noviembre o diciembre, con el trigo y la cebada madura o ya cosechada, los campos quedan con escasa o nula vegetación, cuando, justamente, este período es fundamental para el desarrollo de las colmenas”.
Agricultura y miel
En este sentido, explicó: “Mientras más especies vegetales estén presentes alrededor de los apiarios, más flores habrá durante las etapas clave para el desarrollo de las colmenas. Los cultivos aportan flores y néctar, pero en períodos muy cortos y, además, muchas veces los suelos quedan desnudos luego de las cosechas. Claramente, la agricultura reduce la diversidad de flores y de néctar para la producción de miel”.
En el espacio, pero cerca
“Usando estas imágenes, detectamos y ubicamos las colmenas y, a partir de ellas, consideramos un radio de dos mil metros de área de exploración de las abejas. Luego, superpusimos esa área con la superficie ocupada por cultivos de verano e invierno. A su vez, vimos los rendimientos promedios de miel por colmena. Así, pudimos analizar temporal y espacialmente la producción de miel y su relación con la cobertura vegetal circundante”, explicó Muñoz.
“Las imágenes satelitales tienen un campo de acción muy amplio. En la actualidad, estamos trabajando con proyectos de desarrollo agrícola relacionados con impactos ambientales y los abordamos con metodologías satelitales. En el caso concreto de esta investigación, abre un abanico muy interesante para la apicultura en la Argentina”, cerró.