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Flora apícola

El conocimiento de la flora apícola es de fundamental importancia para la conducción racional del apiario, ya que constituye el recurso con que cuentan las abejas para alimentarse y producir. 

La flora es la que define la alternativa productiva (miel, cera, polen, jalea real, propóleos, núcleos, paquetes y reinas) y pone límites a la producción, pues de ella dependen las características del producto. 

Permite establecer pautas de manejo de las colmenas (por ejemplo, alimentación suplementaria, incentivación, nucleado, etc.) que optimicen el aprovechamiento de los recursos. Asimismo, brinda información para determinar los procedimientos para manejar el apiario en general (por ejemplo, la conveniencia y el momento de la trashumancia) e, incluso, el campo en que se encuentra ubicado el colmenar.  

Morfología de la flor 

Una flor completa se compone de cáliz, corola, androceo y gineceo. 

El cáliz le sirve de envoltura a la flor cuando es pimpollo y la protege. 

La corola está destinada a resguardar los órganos reproductivos de la flor y es la que llama la atención de los polinizadores. 

Los estambres son los órganos masculinos. En sus anteras, se encuentran los granos de polen. 

El órgano femenino está compuesto por el estigma, el estilo y el ovario, donde se alojan los óvulos que serán fecundados por los granos de polen para producir las semillas. 

En la mayoría de los casos, las plantas han desarrollado una serie de mecanismos que impiden la autofecundación y permiten mantener la variabilidad genética, como el tamaño respectivo de los estambres y del pistilo, la maduración no coincidente en el tiempo de las partes femenina y masculina, o la presencia de flores masculinas y femeninas separadas en distintas ramas o en plantas diferentes. 

El polen se traslada de una flor a otra, en la mayoría de los casos, a través del viento o de los polarizadores (insectos, pájaros, murciélagos). En el primer caso, las flores son poco vistosas, sin perfume ni néctar, y el polen, anemófilo, es muy abundante, liviano y poco nutritivo (con reservas de almidón). 

En el segundo caso, las flores presentan nectarios, fragancias y corolas atractivos por sus colores o formas, que se destacan en el paisaje formando parches. El polen es de variados tamaños, con distintas estructuras que favorecen la adherencia, y tiene mayor valor nutritivo (con reservas de lípidos). Cuando el vector es un insecto, se denomina polen entomófilo. 

Entre las plantas que necesitan ser polinizadas y los insectos polinizadores, existe un fenómeno denominado de «coevolución», que consiste en la evolución y adaptación mutua a través de millones de años, lo que los vuelve cada vez más específicos.  

 

Elementos de atracción 

  • Nectarios: Los nectarios son los órganos que secretan néctar y se ubican en diversos lugares de la planta. Pueden ser florales (por ejemplo, en estambres, pétalos, sépalos, ovario), o extraflorales (por ejemplo, en el pecíolo). La producción de néctar varía por la influencia de los factores genéticos y climáticos y las condiciones del suelo.  

     

  • Factores climáticos: Cuando la humedad atmosférica es muy alta, el néctar es de peor calidad, ya que disminuye la concentración de azúcares. Si es muy baja, se produce un desecamiento, que impide que la abeja lo libe. Generalmente, la temperatura óptima se encuentra entre los 12 y los 25 °C, ya que las mayores temperaturas provocan la evapotranspiración de la planta, que puede superar la cantidad de agua absorbida por las raíces y provoca el cierre de los nectarios. Si la temperatura es muy baja, las plantas detienen sus funciones fisiológicas. El viento muy fuerte puede secar los nectarios rápidamente. 

Una alta luminosidad implica un mayor nivel de fotosíntesis, que trae aparejado un aumento en la producción de azúcares. 

  • Suelos: Algunos estudios han señalado la influencia del fósforo y del potasio en la síntesis de los azúcares. 

El contenido de agua del suelo es importante, ya que influye en forma directa sobre la cantidad de néctar producido. Si el agua es escasa, la planta la utilizará para su supervivencia.  

 

Otros atractivos  

  • Colores: Los colores de las flores son mucho más ricos y complejos que lo que puede percibir el ojo humano, ya que incluyen el ultravioleta. Las abejas poseen receptores para este color y, de esta forma, pueden percibir complicados diseños ultravioletas que convergen hacia el centro de la flor y las guía hacia el alimento. Estos insectos perciben el color rojo como negro. 

  • Perfumes: Cuando una planta pasa del estado vegetativo al reproductivo, se produce una gran emanación de sustancias volátiles, denominada «estallido de olor», que funciona como llamado para los polinizadores. Estas sustancias se liberan a través de órganos denominados osmóforos, que se localizan especialmente en los pétalos.

Probablemente, las abejas detectan los aromas naturales solo a una distancia de un par de metros.  

 

Recursos 

En general, podemos considerar tres clases de especies vegetales: las que proveen néctar; las que aportan polen y aquellas de las que la abeja puede extraer ambos recursos. 

Otros elementos que pueden suministrar las plantas son los aceites esenciales, las ceras, las resinas y los mielatos. 

Las abejas poseen adaptaciones para absorber el néctar. Juntan los lóbulos terminales del labio y del maxilar formando con ellos un tubo. Si es escaso o muy viscoso, pueden lamerlo con la labella (otra parte del aparato bucal). 

El néctar puede tener cantidades variables de azúcares (sacarosa, fructosa, glucosa y otros) según la especie vegetal, lo que origina mieles de distintas características. También contiene aminoácidos, enzimas y minerales. 

Ninguna flor tiene tanto néctar como para que la abeja llene su melario en una sola visita. De esta manera, recorre varias flores para realizar el acarreo de polen de una a otra. 

El polen es la única fuente de proteínas para la colmena. Por ello, es fundamental en el momento de alimentar a las crías. Posee vitaminas del complejo B, K y E, minerales (P, K, Mg, Ca, Na, Fe) y oligoelementos. Su composición química depende de la especie vegetal de la que provenga. Las proteínas varían del 4 al 40 %. Las reservas del grano de polen pueden estar constituidas por almidón o lípidos. Si tiene la posibilidad de elegir, la abeja opta por estos últimos; si no, utiliza el recurso que esté disponible. 

Durante el trabajo de recolección, utilizan el aparato bucal, los tres pares de patas y los pelos del cuerpo. La función de recolectora de polen es llevada a cabo por las pecoreadoras más jóvenes, cuyos pelos se encuentran en buen estado, ya que posteriormente se deterioran. Con las mandíbulas, retiran el polen de las anteras, humedecen los granos con saliva y néctar y forman los pancitos de la carga, que ubican en el canastillo o corbícula que poseen a tal fin en el tercer par de patas. Junto con el polen, es habitual que las abejas recolecten néctar en todas las plantas que ofrecen esta posibilidad. 

La recolección de uno u otro recurso depende de las necesidades específicas de la colonia en cada momento de su evolución (por ejemplo, en época de mucha cría, la recolección de polen es intensa). 

Algunos insectos, en especial los pulgones, excretan jugos dulces que permanecen sobre las hojas de árboles tales como robles, sauces, hayas, álamos, fresnos, olmos, nogales, arces, tilos, pinos, cedros abetos, frutales. En horas tempranas, el rocío licua estas sustancias, lo que permite que las abejas las liben. De esta manera, se obtiene la miel de mielatos, que posee características diferentes en sabor y calidad a la que procede del néctar. 

De las resinas de algunas plantas y de las yemas de ciertos árboles, las abejas recogen sustancias que mezclan con enzimas para generar propóleos que utilizan para sellar espacios, para momificar intrusos y como desinfectante.  

 

Conducta de pecoreo 

Cuando una pecoreadora vuelve de una fuente rica en recursos, comunica a la colmena la dirección y la distancia a través de la danza, que tiene dos propiedades importantes: 

  • la distancia se mide por el gasto energético para llegar a ese lugar

  • la información se amplifica (cada vez se informan más individuos) 

La dirección se indica por la inclinación del sol sobre la piquera, y la intensidad de los movimientos abdominales señala la distancia y la riqueza del recurso. 

Este lenguaje integra la actividad de miles de individuos. 

Una vez que llegan al lugar indicado, cada pecoreadora elige una flor. Si una flor de determinada forma y color les proveyó un buen recurso, continúan utilizándola por un tiempo, aunque haya otras mejores. Este comportamiento beneficia a las plantas, ya que la abeja acarrea el polen de una misma especie de un lado a otro provocando la polinización cruzada. 

Sin embargo, a veces, recolectan en lotes compuestos por diversas plantas (no más de diez) y obtienen cargas mixtas. 

Durante el trabajo en el campo, cada abeja transmite información a las restantes a través de marcas hechas con feromonas. Producen marcas positivas que señalan un recurso y otras negativas que marcan que la flor ya fue usada, lo que ahorra tiempo de exploración. 

La distancia que recorren buscando alimento varía entre algunos metros y varios kilómetros en función de la riqueza del recurso, el gasto energético y el estado del tiempo (velocidad del viento, temperatura, etc.). 

La caída de las floraciones, a pesar del clima adecuado, de una excelente sanidad y de una buena población, puede ser causa de inactividad. La colmena tarda aproximadamente cuarenta días en producir un cambio en las pecoreadoras, según la entrada de néctar que incentiva la postura de la reina. Sin embargo, las abejas poseen un margen para la respuesta: adelantan o atrasan la edad de las nodrizas que salen a pecorear. 

El propóleos se recolecta solamente en días calurosos; las recolectoras de estas sustancias son poco numerosas en cada colonia y se mantienen fieles a esta tarea.  

 

La flora de importancia apícola 

Las especies de interés apícola proveen de recursos a las abejas y pueden ser cultivadas con un fin económico determinado: cucurbitáceas, algodón, alfalfa, tréboles, Melilotus, cítricos, manzanos, perales, otros frutales, sauces, álamos, acacias, eucaliptos, etc. También pueden ser especies silvestres nativas o exóticas espontáneas. 

En general, las abejas utilizan solamente una parte reducida de la flora presente, ya que no todas ofrecen un buen recurso o son morfológicamente inadecuadas para ser explotadas por ellas. Por ejemplo, es esencial la relación entre la profundidad de la corola y la longitud de la lengua, que permite extraer el néctar. Muchas flores tienen sistemas que impiden a los polinizadores la extracción de néctar, como corolas profundas y estambres estériles que tapan los nectarios. 

Es fundamental destacar que una especie muy importante en una determinada región no tiene por qué serlo en otra, ya que el recurso que aporta varía ampliamente con las condiciones del clima y del suelo. Además, pueden existir otras especies que aporten un mayor o mejor recurso y que no se encuentren en el primer lugar considerado. 

No solo es necesario conocer cuáles son las especies importantes, sino que se debe reunir la información correspondiente a los períodos de floración, lo que permitirá mejorar las técnicas de manejo tanto en los apiarios establecidos como en los migratorios. 

Un lugar adecuado para la instalación de un colmenar es aquel que no depende de una floración única, sino que se suceden ofertas de néctar y polen capaces de proporcionar recursos abundantes que superen las necesidades de la colonia y permitan la producción de excedentes (cosecha para el apicultor). 

Para determinar si una especie es importante desde el punto de vista de la apicultura, es necesario considerar algunos aspectos: 

  • Atractividad o intensidad de uso: Es la preferencia que muestran las abejas hacia una especie en particular. En el campo, se puede observar que algunas especies son visitadas siempre por innumerable cantidad de abejas. En el otro extremo, se encuentran las plantas que sirven como recurso esporádico para pocos individuos y, finalmente, las que no las atraen en ningún caso.  

     

  • Fidelidad: Esta condición se observa a través de las sucesivas temporadas. Una especie puede ser utilizada por las abejas todos los años, en algunos años sí y en otros no o solo de manera ocasional.  

     

  • Abundancia: Es fundamental analizar la presencia de las especies utilizadas como recurso y determinar si son muy abundantes, abundantes, comunes o raras.  

     

  • Oportunidad de la floración: Según el momento en que aparece dentro de la curva de floraciones de la zona, el estado de evolución de la colmena y el recurso que aporta, una floración puede ser muy oportuna, oportuna o indiferente.  

     

  • Intensidad y longitud de la floración: En general, en las especies de floración corta, se produce un aumento del número de flores hasta que se alcanza la plenitud y, después de un corto estadio de máxima intensidad, desciende progresivamente hasta el final. En las especies de floración larga, la intensidad suele ser oscilante, pues responde a las condiciones del ambiente. Las abejas utilizan estas especies durante algunos momentos, excepto en los casos de las especies muy atractivas o de muy alta intensidad de uso, que son visitadas siempre que están disponibles. 

El estudio de las muestras de miel en el laboratorio permite determinar su origen botánico a través de los granos de polen presentes en ellas. Este estudio se denomina “melisopalinología” y puede otorgarle a la miel un importante valor agregado por medio de su clasificación o tipificación. 

Con un método similar, pueden analizarse las cargas de polen que las abejas ingresan en la colmena. De esta manera, se puede confirmar, comparando con los resultados de la observación en el campo, cuáles son las especies más o menos utilizadas. 

Si las muestras que se deben analizar se toman en distintos momentos de la temporada, se obtendrá un importante conocimiento de los recursos utilizados por las abejas en una zona específica. 

Para poder llevar a cabo este tipo de estudio, es necesario contar con un conocimiento previo de la flora del lugar, haber recolectado polen de cada especie y preparar una colección de referencia que permita la comparación con las muestras.  

Cambios en el medio generados por el hombre 

El hombre ha introducido una serie de cambios en el tapiz vegetal, lo que ha producido indiscutibles modificaciones en las condiciones de mielada de las abejas. Es el caso concreto del desarrollo de las industrias y de la agricultura, que ocasionaron en muchas regiones el reemplazo de las comunidades vegetales autóctonas por cultivos de distintas especies. También se han provocado cambios indirectos a través del «saneamiento» de áreas inundables, el incendio de bosques, etc. Todas estas modificaciones conducen no solo al reemplazo de algunas especies melíferas por otras, sino también a modificaciones en la calidad de la mielada. En algunos casos, la desaparición de las plantas de importancia apícola iniciales produjo una disminución brusca de los aportes de néctar. En otros, la aparición de plantas melíferas cultivadas aseguró el aumento considerable del recurso. 

El desarrollo de la red de caminos influye notoriamente en la productividad. Se destruyen los recursos melíferos originales o se reducen las superficies cultivadas, pero el aumento de las vías de comunicación permite el acceso a fuentes de recursos hasta el momento inalcanzables, lo cual facilita la trashumancia y el traslado de la producción a los puntos de comercialización.  

Fuente: SAGPyA